miércoles, 13 de junio de 2018

LITERATURA

ARTURO CARRERA, vanguardista y pringlense





               Nació el 27 de marzo de 1948 en Buenos Aires, aunque toda su infancia y adolescencia transcurrió en la ciudad de Coronel Pringles.​ Ese espacio fue de algún modo mitificado por su poesía y se ha transformado, asimismo, en un lugar de referencia para la literatura argentina actual, ya que allí también nació el narrador César Aira. En esos días iniciáticos de Pringles, Carrera y Aira cultivaron una intensa amistad intelectual, por la cual compartieron sus primeras experiencias literarias. 
                    A los dieciocho años, en 1966, viajan juntos a Buenos Aires y fundan la revista literaria El cielo. Allí el poeta conoce a Alejandra Pizarnik, que participa en la presentación de su primer libro, Escrito con un nictógrafo, publicado en 1972. Desde entonces la poesía de Carrera unirá un gesto fuertemente vanguardista con la profunda recreación de una rica tradición poética argentina, en cuyo canon personal se hallan Juan L. Ortiz, Oliverio Girondo, Baldomero Fernández Moreno y la propia Pizarnik. Participa de las búsquedas de la revista XUL en los años ochenta. Es uno de los referentes latinoamericanos del neobarroco. Su obra explora las ambigüedades de la palabra, indaga el mundo de las sensaciones, construye una original autobiografía lírica, hasta lograr una estética tan personal que lo ha convertido en un autor ineludible en la poesía hispanoamericana contemporánea.





“VANGUARDIA” Y “TRADICIÓN” EN LA POESÍA DE ARTURO CARRERA
Nancy Fernández
Universidad Nacional de Mar del Plata - CONICET (Fragmento adaptado)


Características de la poesía de Carrera:
1) la reinvención deliberada de la lengua de infancia, entre el deseo por restituir la ficción de un origen y el trabajo sobre un modo de concebir el arte como arqueología de una creación sobre el juego, el movimiento y el silencio (que nos devuelve al misterio).
2) la horizontalidad entre imágenes trabajadas en el proceso de la sensación subjetiva y el lenguaje despojado, llano, de una simplicidad minimalista, paradójica en su doble faz donde lo visible y lo invisible son planos de un mismo proceso.
3) el lenguaje pulsional que no implica únicamente los efectos significantes del inconsciente sino también, y ya promediando los ochenta con Arturo y yo, el movimiento poético que realiza una cercanía, mostrando un lenguaje descendente basado en la cotidianeidad y de un mundo concreto de referentes reales. A estos últimos Carrera los incorpora en su escritura como ready-mades duchampianos; cartas a los Reyes Magos, fragmentos de charlas entre amigos, historias mínimas de vecinos, de paseos matinales o vespertinos sobre vidrieras que exhiben juguetes, útiles escolares, revistas infantiles: comics o Billiken. Citas a Man Ray y a Duchamp, más procedimientos que elaboran un distanciamiento de la mímesis incorpora una nueva dimensión del referente en tanto ficcionalización de lo verídico inmediato (ej. reescritura de los sueños, conversaciones y notas en Animaciones suspendidas, injertos y collages con fragmentos de recortes, cartas, discursos político-publicitarios como la Caja Nacional de Ahorro en Potlatch; los datos geográficos e históricos en Las cuatro estaciones, la situación frente a la imagen ausente en Fotos imaginarias con nieve de verdad (y acá remito el trabajo de Joca Wolff en Papeles en progreso); así, la poesía logra una noción de arte en franco disenso con el concepto de obra de arte orgánica y autónoma.
            Es lícito afirmar que Arturo Carrera es un poeta moderno. Moderno porque lleva la letra a los límites del lenguaje y lo real, hasta problematizar la pertinencia de la noción de autonomía en la obra de arte, que el movimiento del modernismo convertía en baluarte de hostilidades contra la creciente cultura de masas. Y siguiendo estas mismas líneas argumentales resulta plausible pensar en un proyecto vanguardista que intenta suturar la brecha entre arte y vida que el modernismo (en sus variantes europeas, el arte por el arte, los parnasianos, el simbolismo; en sus variantes americanas, el lujo exótico de Rubén Darío, la filiación argentina de Leopoldo Lugones) pretendía infranqueable. Como sabemos, la vanguardia buscaba nivelar arte y praxis social, más allá de todas sus contradicciones y más aún en el caso argentino del martinfierrismo que transforma la voluntad de ruptura en una simultánea recuperación de la herencia nacional, cuya salida elegante Borges bautiza con la etiqueta del criollismo. Carrera convierte a la escritura en un proceso complementario a las presentaciones de sus libros, algunas de las cuales resultaron verdaderas actuaciones teatrales; incluso, la trama de vínculos y relaciones que arma sobre su circuito de publicación, también responde a sus intervenciones críticas como a sus proyectos culturales: el mayor de ellos, Estación Pringles. Porque en cada uno de los eventos que allí tuvo lugar, Carrera afirmó la presencia de la literatura pero además y sobre todo, selló con fruición el pacto entre lectores, público y el espacio real, “ya hecho”, que sostuvo y nutrió desde siempre, la letra de lo íntimo.

            En el caso de Carrera, habría que hablar de neovanguardia de la década del setenta. Escrito con un nictógrafo es su primer libro de 1972, con prólogo de Severo Sarduy y editado por Sudamericana; a los alcances más generales de una filiación con el neobarroco de Sarduy (y de Lezama Lima) hay que anotar su inscripción como discípulo y seguidor del grupo Literal que como todo eje de vanguardia tiene su revista programática, en este caso del mismo nombre. Así, a la temprana relación que el joven Carrera establece con Alejandra Pizarnik (una poeta con tempranas marcas neorrománticas derivadas en perturbadores ejercicios surrealistas), Alejandra, quien le presenta su libro en una puesta en escena a oscuras, en la misma calle Viamonte de Buenos Aires donde el poeta vive en la actualidad, hay que agregar la creciente amistad que junto con Aira y Tamara Kamenszain, mantiene con el mentor del grupo: Osvaldo Lamborghini. Constituidos como formación tribal opuesta a las demagogias populistas del realismo y el lenguaje de la comunicación práctica, Literal, integrado además por Germán García, Luis Gusmán, Héctor Libertella, Ricardo Zelarayán, Josefina Ludmer entre otros, adscriben a las propuestas teóricas del posestructuralismo francés (Kristeva, Barthes, Sollers, Ricardou) que hacían una relectura semiótica de la literatura, cultura y del marxismo (sus referentes eran Derrida, Foucault, Althusser) y el psicoanálisis (Lacan vía Oscar Massotta). Todo ello sobre la moderna literatura experimental. A propósito, en un libro como Mi padre (1985) Carrera aclara que nunca desdeñó las prácticas psicoanalíticas, modalidad que puede leerse con sus variantes a lo largo de toda su producción.


SELECCIÓN DE POEMAS

CASA DEL FAUNO

 Vengan a Pringles —ya sé,
no es Delfos.
Pero a tres cuadras de mi casa,
por la calle Stegmann,
hacia el sur,
está el arroyo.

¿No es el pueblo natal
 “el arroyo de encima”, que no pesa nada,
como en los graves y mentirosos
sueños?

Tengo en la vereda
los plátanos enormes, con hojas como manos y
frutos demasiado redondos como
testículos de ángeles.

Y a veces sueño que zumban como trompos,
cascabeles que llegan como agua hasta la casa
y la casa se borra
como azúcar en agua.

Pero puedo ofrecerles un sistema de rumbos
que se parece al menos al “problema de los niños”,
—el que ellos muy pronto olvidan;
que ponen a cierta edad
en todos sus dibujos:

“el punto de referencia,
dejar aquí,
ir allá,
la distancia,
la orientación,
el camino conducente a casa,
tan necesario como la casa.”

Mi asegurada lejanía entonces
es la promesa:
¿vendrán?

—y el deseo, como en cada uno,
en relación infinita al arroyo
al árbol y a la casa,

esos senderos y formas,
esas vibraciones y roces
que suelen llamarse “mujeres”

—criaturas hermosas
que se hamacan entre ramas.

                     
UN DÍA EN "LA ESPERANZA"
                                                                               a Esther y Marín Bruzzo


Martincho y Luciana
me tiraron pasto podrido
y después Juan me escupió
el agua verdinegra del mate
sobre la libretita y el pantalón

Esther (28 años) salió a defenderme.
¿Qué le hacen a Arturito?
No le tiren pasto a Arturito
que está escribiendo

Pero Arturo no sabe escribir.
Arturito es pasto de las llamas
de los niños

De todo podría decir él
que ha sido, que ya fue escrito
o apoyado todavía en una ciencia
que la naturaleza debería imitar

¿Echó a los niños?
Sólo les dijo: “Vayan a la otra palmera
Aquí tengo que escribir”.

“¿Molestamos?” –dijo Luciana–. Y
agregó: “¡Tonto, vos no conocés todo
nuestro campo!”

Florecillas.
Círculos amarillos.

Los chiquitos bajo la palmera más amplia
y el dálmata sobre las manchas de luz en
copos que filtraban las lentísimas hojas
acribilladas

El gritito de Juan.
Los ojitos celestes;
la boca de viejita desdentada de Luciana.

Los niños como antídoto
después de una noche soñada
para la fatalidad del sufrimiento

¡El Campo!


CARPE NOCTEM


Chucena techa su choza
sin duda en secreto,
el más remoto secreto
dado que la noche es el dado
y la alegría el arte de jugar ese instante.
un señuelo del tiempo
la carga del dado
Los techadores alinean las tejas
mientras hablan del campo;
levantan algunas,
limpian, raspan, adaptan otras, para que
cabalguen, perfectas, y que la nieve y el agua
se deslicen sin interrupción
como ahora las figuras en la luz bajo el sol
animadas, suspendidas
en los trinos, en los gorjeos de los pájaros.
De un lado, diría el Oriente,
las torcazas colombinas,
sus arrullos insistentes y del otro,
los gritos de los benteveos.
En el medio, parece,
en un nido erizado y enorme construido
sobre una antena en desuso,
el parloteo chirriante de los loros.
El golpeteo de un martillo
contra la teja que no quiere ceder su antigua forma,
ahora proviene de otro mundo.
atardece
mientras los loros custodian chillando
el nido híspido pero asombroso,
las golondrinas purpúreas barren con silbidos
el aire anaranjado y brillante que se oscurece
poco a poco.
CANCIÓN DEL VIGILÁMBULO
II
en este círculo me encierra,
en este otro me libera,
en este círculo me encierra,
no quiere que la muerte cercana se apodere
de estas bandas de tiza,
y aquí en el sueño están sus palabras
aunque no las reconozca;
aquí aunque no sepa qué dicen,
aquí aunque se posen sobre la función
de un sinsentido equivocado;
pero eso tampoco existe
aquí aunque ya no sea la infancia sino
su límite impreciso
en la lluvia, ahora, en esa borradura lejana,
el arco iris, en esa banda gris plomo
contra el amarillo vibrante del campo.
Y ella sentadita sigue dibujando rayas, rayas, círculos,
como si marcara el tiempo de su alegría en mí,
de su abandono en mí, de su presencia en
cada movimiento de su mano
pequeñísima en mí,
para alzar con su grafía la letra que alza hoy
esta ínfima edad para su vocecita milenaria,
los anillos de un destino del “ya no sé quién soy”,
“en breve ya no sabré
sino apenas lo que miro”,



ENTREVISTA A ARTURO CARRERA. La Nación, 2015.
https://www.lanacion.com.ar/1801830-arturo-carrera-todo-poema-es-un-secreto-minimo-instantaneo

ARTURO CARRERA RECITA SU POEMA "LARTIGAU".
https://www.youtube.com/watch?v=vjJVkQPLg8M

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