Louis Althusser
Ideología y
aparatos ideológicos del Estado
Publicado
en ALTHUSSER, Louis. Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Freud y
Lacan, Nueva Visión, Buenos Aires, 1988.
(FRAGMENTO)
Los aparatos
ideológicos de Estado
Para
hacer progresar la teoría del Estado es indispensable tener en cuenta no sólo
la distinción entre poder de Estado y aparato de Estado, sino también
otra realidad que se manifiesta junto al aparato (represivo) de Estado, pero
que no se confunde con él. Llamaremos a esa realidad por su concepto: los
aparatos ideológicos de Estado.
¿Qué
son los aparatos ideológicos de Estado (AIE)?
No
se confunden con el aparato (represivo) de Estado. Recordemos que en la teoría
marxista el aparato de Estado (AE) comprende: el gobierno, la administración,
el ejército, la policía, los tribunales, las prisiones, etc., que constituyen
lo que llamaremos desde ahora el aparato represivo de Estado. Represivo
significa que el aparato de Estado en cuestión funciona mediante la
violencia", por lo menos en situaciones límite (pues la represión
administrativa, por ejemplo, puede revestir formas no físicas).
Designamos
con el nombre de aparatos ideológicos de Estado cierto número de realidades que
se presentan al observador inmediato bajo la forma de instituciones distintas y
especializadas. Proponemos una lista empírica de ellas, que exigirá
naturalmente que sea examinada en detalle, puesta a prueba, rectificada y
reordenada. Con todas las reservas que implica esta exigencia podemos por el momento
considerar como aparatos ideológicos de Estado las instituciones siguientes (el
orden en el cual los enumeramos no tiene significación especial):
AIE
religiosos (el sistema de la distintas Iglesias),
AIE
escolar (el sistema de las distintas "Escuelas”, públicas y privadas),
AIE
familiar,
AIE
jurídico,
AIE
político (el sistema político del cual forman parte los distintos partidos),
AIE
sindical,
AIE
de información (prensa, radio, T.V., etc.),
AIE
cultural (literatura, artes, deportes, etc.).
Decimos
que los AIE no se confunden con el aparato (represivo) de Estado. ¿En qué
consiste su diferencia?
En
un primer momento podemos observar que si existe un aparato (represivo) de
Estado, existe una pluralidad de aparatos ideológicos de Estado.
Suponiendo que ella exista, la unidad que constituye esta pluralidad de AIE en
un cuerpo no es visible inmediatamente.
En
un segundo momento, podemos comprobar que mientras que el aparato (represivo)
de Estado (unificado) pertenece enteramente al dominio público, la mayor parte
de los aparatos ideológicos de Estado (en su aparente dispersión) provienen en
cambio del dominio privado. Son privadas las Iglesias, los partidos, los
sindicatos, las familias, algunas escuelas, la mayoría de los diarios, las
instituciones culturales, etc., etc.
Dejemos
de lado por ahora nuestra primera observación. Pero será necesario tomar en
cuenta la segunda y preguntamos con qué derecho podemos considerar como
aparatos ideológicos de Estado instituciones que en su mayoría no poseen
carácter público sino que son simplemente privadas. Gramsci, marxista
consciente, ya había previsto esta objeción. La distinción entre lo público y
lo privado es una distinción interna del derecho burgués, válida en los
dominios (subordinados) donde el derecho burgués ejerce sus
"poderes". No alcanza al dominio del Estado, pues éste está "más
allá del Derecho` el Estado, que es el Estado de la clase dominante, no es ni
público ni privado; por el contrario, es la condición de
toda
distinción entre público y privado. Digamos lo mismo partiendo esta vez de
nuestros aparatos ideológicos de Estado. Poco importa si las instituciones que
los materializan son "públicas" o "privadas"; lo que
importa es su funcionamiento. Las instituciones privadas pueden “funcionar”
perfectamente como aparatos ideológicos de Estado. Para demostrarlo bastaría
analizar un poco más cualquiera de los AIE.
Pero
vayamos a lo esencial. Hay una diferencia fundamental entre los AIE y el
aparato (represivo) de Estado: el aparato represivo de Estado “funciona
mediante la violencia", en tanto que los AIE funcionan mediante la
ideología.
Rectificando
esta distinción, podemos ser más precisos y decir que todo aparato de Estado,
sea represivo o ideológico, "funciona" a la vez mediante la violencia
y la ideología, pero con una diferencia muy importante que impide confundir los
aparatos ideológicos de Estado con el aparato (represivo) de Estado. Consiste
en que el aparato (represivo) de Estado, por su cuenta, funciona masivamente
con la represión (incluso física), como forma predominante, y sólo
secundariamente con la ideología. (No existen aparatos puramente represivos.)
Ejemplos: el ejército y la policía utilizan también la ideología, tanto para
asegurar su propia cohesión y reproducción, como por los 'Valores" que
ambos proponen hacia afuera. De la misma manera, pero a la inversa, se debe
decir que, por su propia cuenta, los aparatos ideológicos de Estado funcionan
masivamente con la ideología como forma predominante pero utilizan secundariamente,
y en situaciones límite, una represión muy atenuada, disimulada, es decir
simbólica. (No existe aparato puramente ideológico.) Así la escuela y las iglesias
"adiestran" con métodos apropiados (sanciones, exclusiones,
selección, etc.) no sólo a sus oficiantes sino a su grey. También la
familia...También el aparato ideológico de Estado cultural (la censura, por
mencionar sólo una forma), etcétera.
¿Sería
útil mencionar que esta determinación del doble "funcionamiento" (de
modo predominante, de modo secundario) con la represión y la ideología, según
se trate del aparato (represivo) de Estado o de los aparatos ideológicos de
Estado, permite comprender que se tejan constantemente sutiles combinaciones
explícitas o tácitas entre la acción del aparato (represivo) de Estado y la de
los aparatos ideológicos del Estado? La vida diaria ofrece innumerables
ejemplos que habrá que estudiar en detalle para superar esta simple
observación.
Ella,
sin embargo, nos encamina hacia la comprensión de lo que constituye la unidad
del cuerpo, aparentemente dispar, de los AIE. Si los AIE “funcionan"
masivamente con la ideología como forma predominante, lo que unifica su
diversidad es ese mismo funcionamiento, en la medida en que la ideología con la
que funcionan, en realidad está siempre unificada, a pesar de su diversidad y
sus contradicciones, bajo la ideología dominante, que es la de “la clase
dominante". Si aceptamos que, en principio, “la clase dominante"
tiene el poder del Estado (en forma total o, lo más común, por medio de
alianzas
de
clases o de fracciones de clases) y dispone por lo tanto del aparato
(represivo) de Estado, podremos admitir que la misma clase dominante sea parte
activa de los aparatos ideológicos de Estado, en la medida en que, en
definitiva, es la ideología dominante la que se realiza, a través de sus
contradicciones, en los aparatos ideológicos de Estado. Por supuesto que es muy
distinto actuar por medio de leyes y decretos en el aparato (represivo) de
Estado y "actuar" por intermedio de la ideología dominante en los aparatos
ideológicos de Estado. Sería necesario detallar esa diferencia que, sin
embargo, no puede enmascarar la realidad de una profunda identidad. Por lo que
sabemos, ninguna clase puede tener en sus manos el poder de Estado en forma
duradera sin ejercer al mismo tiempo su hegemonía sobre y en los aparatos
ideológicos de Estado. Ofrezco al respecto una sola prueba y ejemplo: la
preocupación aguda de Lenin por revolucionar el aparato ideológico de Estado en
la enseñanza (entre otros) para permitir al proletariado soviético, que se
había adueñado del poder de Estado, asegurar el futuro de la dictadura del proletariado
y el camino al socialismo.
Esta
última observación nos pone en condiciones de comprender que los aparatos
ideológicos de Estado pueden no sólo ser objeto sino también lugar de
la lucha de clases, y a menudo de formas encarnizadas de lucha de clases. La
clase (o la alianza de clases) en el poder no puede imponer su ley en los
aparatos ideológicos de Estado tan fácilmente como en el aparato (represivo) de
Estado, no sólo porque las antiguas clases dominantes pueden conservar en ellos
posiciones fuertes durante mucho tiempo, sino además porque la resistencia de
las clases explotadas puede encontrar el medio y la ocasión de expresarse en
ellos, ya sea utilizando las contradicciones existentes, ya sea conquistando
allí posiciones de combate mediante la lucha.
Puntualicemos
nuestras observaciones:
Si
la tesis que hemos propuesto es válida, debemos retomar, determinándola en un
punto, la teoría marxista clásica del Estado. Diremos que es necesario
distinguir el poder de Estado (y su posesión por ... ) por un lado, y el
aparato de Estado por el otro. Pero agregaremos que el aparato de Estado comprende
dos cuerpos: el de las instituciones que representan el aparato represivo de
Estado por una parte, y el de las instituciones que representan el cuerpo de
los aparatos ideológicos de Estado por la otra.
Pero,
si esto es así, no puede dejar de plantearse, aun en el estado muy somero de
nuestras indicaciones, la siguiente cuestión: ¿cuál es exactamente la medida
del rol de los aparatos ideológicos de Estado? ¿Cuál puede ser el fundamento de
su importancia? En otras palabras: ¿a qué corresponde la “función" de esos
aparatos ideológicos de Estado, que no funcionan con la represión sino con la
ideología?
Sobre la reproducción de las relaciones de producción
Podemos
responder ahora a nuestra cuestión central, que hemos dejado en suspenso muchas
páginas atrás: ¿cómo se asegura la reproducción de las relaciones de
producción?
En
lenguaje tópico (infraestructura, superestructura) diremos: está asegurada en
gran parte por la superestructura jurídico-política e ideológica.
Pero
dado que hemos considerado indispensable superar ese lenguaje todavía
descriptivo, diremos: está asegurada, en gran parte, por el ejercicio del poder
de Estado en los aparatos de Estado, por un lado el aparato (represivo) de
Estado, y por el otro los aparatos ideológicos de Estado. .
Se
deberá tener muy en cuenta lo dicho precedentemente y que reunirnos ahora bajo
las tres características siguientes:
1)
Todos los aparatos de Estado funcionan a la vez mediante la represión y la
ideología, con la diferencia de que el aparato (represivo) de Estado funciona
masivamente con la represión como forma predominante, en tanto que los aparatos
ideológicos de Estado funcionan masivamente con la ideología como forma
predominante.
2)
En tanto que el aparato (represivo) de Estado constituye un todo organizado
cuyos diferentes miembros están centralizados bajo una unidad de mando -la de
la política de lucha de clases aplicada por los representantes políticos de las
clases dominantes que tienen el poder de Estado-, los aparatos ideológicos de
Estado son múltiples, distintos, "relativamente autónomos" y
susceptibles de ofrecer un campo objetivo a contradicciones que, bajo formas
unas veces limitadas, otras extremas, expresan los efectos de los choques entre
la lucha de clases capitalista y la lucha de clases proletaria, así como sus formas
subordinadas.
3)
En tanto que la unidad del aparato (represivo) de Estado está asegurada por su
organización centralizada y unificada bajo la dirección de representantes de las
clases en el poder, que ejecutan la política de lucha de clases de las clases
en el poder, la unidad entre los diferentes aparatos ideológicos de Estado está
asegurada, muy a menudo en formas contradictorias, por la ideología dominante,
la de la clase dominante.
Si
se tienen en cuenta estas características, se puede entonces representar la
reproducción de las relaciones de producción, de acuerdo con una especie de
"división del trabajo", de la manera siguiente:
El
rol del aparato represivo de Estado consiste esencialmente, en tanto aparato
represivo, en asegurar por la fuerza (sea o no física) las condiciones
políticas de reproducción de las relaciones de producción que son, en última
instancia, relaciones de explotación. El aparato de Estado no solamente contribuye
en gran medida a su propia reproducción (existen en el Estado capitalista
dinastías de hombres políticos, dinastías de militares, etc.) sino también, y
sobre todo, asegura mediante la represión (desde la fuerza física más brutal
hasta las más simples ordenanzas y prohibiciones administrativas, la censura
abierta o tácita, etc.) las condiciones políticas de la actuación de los
aparatos ideológicos de Estado.
Ellos,
en efecto, aseguran en gran parte, tras el "escudo" del aparato
represivo de Estado, la reproducción misma de las relaciones de producción. Es
aquí donde interviene masivamente el rol de la ideología dominante, la de la
clase dominante, que tiene el poder de Estado. A través de la ideología dominante
se asegura la armonía" (a veces estridente) entre el aparato represivo de
Estado y los aparatos ideológicos de Estado y entre los diferentes aparatos
ideológicos de Estado.
Nos
vemos llevados así a encarar la hipótesis siguiente, en función de la
diversidad de los aparatos ideológicos de Estado en su rol único -por ser
común- de reproducir las relaciones de producción.
En
efecto, hemos enumerado en las formaciones sociales capitalistas contemporáneas
una cantidad relativamente elevada de aparatos ideológicos de Estado: el
aparato escolar, el aparato religioso, el aparato familiar, el aparato
político, el aparato sindical, el aparato de información, el aparato
"cultural", etcétera.
Ahora
bien, en las formaciones sociales del modo de producción "servil"
(comúnmente llamado feudal) comprobamos que, aunque existe (no sólo a partir de
la monarquía absoluta sino desde los primeros estados antiguos conocidos) un
aparato represivo de Estado único, formalmente muy parecido al que nosotros
conocemos, la cantidad de aparatos ideológicos de Estado es menor y su
individualidad diferente. Comprobamos, por ejemplo, que la Iglesia (aparato
ideológico de Estado religioso) en la Edad Media acumulaba numerosas funciones
(en especial las escolares y culturales) hoy atribuidas a muchos aparatos
ideológicos de Estado diferentes, nuevos con respecto al pasado que evocamos.
Junto a la Iglesia existía el aparato ideológico de Estado familiar, que cumplía
un considerable rol, no comparable con el que cumple en las formaciones
sociales capitalistas. A pesar de las apariencias, la iglesia y la familia no
eran los únicos aparatos ideológicos de Estado. Existía también un aparato
ideológico de Estado político (los Estados Generales, el Parlamento, las
distintas facciones y ligas políticas, antecesoras de los partidos políticos
modernos, y todo el sistema político de comunas libres, luego de las ciudades).
Existía
asimismo un poderoso aparato ideológico de Estado "pre-sindical”, si
podemos arriesgar esta expresión forzosamente anacrónica (las poderosas
cofradías de comerciantes, de banqueros, y también las asociaciones de compagnons
++Antiguamente, obreros pertenecientes a un mismo gremio++, etcétera). Las ediciones y la
Información también tuvieron un innegable desarrollo, as! como los
espectáculos, al comienzo partes integrantes de la iglesia y luego cada vez más
independientes de ella.
Ahora
bien, es absolutamente evidente que en el período histórico pre-capitalista que
acabamos de examinar a grandes rasgos, existía un aparato ideológico de
Estado dominante, la Iglesia, que concentraba no sólo las funciones
religiosas sino también las escolares y buena parte de las funciones de información
y "cultura". Si toda la lucha Ideológica del siglo XVI al XVII, desde
la primera ruptura de la Reforma, se concentró en la lucha anticlerical
y antirreligiosa, ello no sucedió por azar sino a causa de la posición
dominante del aparato ideológico de Estado religioso.
La
revolución francesa tuvo ante todo por objetivo y resultado no sólo trasladar
el poder de Estado de la aristocracia feudal a la burguesía
capitalista-comercial, romper parcialmente el antiguo aparato represivo de
Estado y reemplazarlo por uno nuevo (el ejército nacional popular, por
ejemplo), sino también atacar el aparato ideológico de Estado nº 1, la iglesia.
De allí la constitución civil del clero, la confiscación de los bienes de la
iglesia y la creación de nuevos aparatos ideológicos de Estado para reemplazar
el aparato ideológico de Estado religioso en su rol dominante.
Naturalmente,
las cosas no fueron simples: lo prueba el Concordato, la restauración, y la
larga lucha de clases entre la aristocracia terrateniente y la burguesía
industrial durante todo el siglo XIX para imponer la hegemonía burguesa sobre
las funciones desempeñadas hasta entonces por la iglesia, ante todo en la
escuela. Puede decirse que la burguesía se apoyó en el nuevo aparato ideológico
de Estado político, democrático-parlamentario, implantado en los primeros años
de la Revolución, restaurado luego por algunos meses, después de largas y
violentas luchas, en 1848, y durante decenas de años después de la caída del
Segundo Imperio, para dirigir la lucha contra la iglesia y apoderarse de sus
funciones ideológicas, en resumen, para asegurar no sólo su hegemonía política
sino también la hegemonía ideológica indispensable para la reproducción de las
relaciones capitalistas de producción.
Por
esto nos creemos autorizados para ofrecer la tesis siguiente, con todos los
riesgos que implica. Pensamos que el aparato ideológico de Estado que ha sido
colocado en posición dominante en las formaciones capitalistas maduras, como
resultado de una violenta lucha de clase política e ideológica contra el
antiguo aparato ideológico de Estado dominante, es el aparato ideológico escolar.
Esta
tesis puede parecer paradójica, si es cierto que cualquier persona acepta -dada
la representación ideológica que la burguesía quería darse a sí misma y dar a
las clases que explota- que el aparato ideológico de Estado dominante en las
formaciones sociales capitalistas no es la escuela sino el aparato de Estado
político, es decir, el régimen de democracia parlamentaria combinado del
sufragio universal y las luchas partidarias.
No
obstante, la historia, incluso la historia reciente, demuestra que la burguesía
pudo y puede adaptarse perfectamente a aparatos ideológicos de Estado políticos
distintos de la democracia parlamentaria: el Primer y Segundo Imperio, la
Monarquía Constitucional (Luis XVIII, Carlos X), la Monarquía parlamentaria
(Luis Felipe), la democracia presidencial (de Gaulle), por hablar sólo de
Francia. En Inglaterra las cosas son todavía más evidentes. La revolución fue
allí particularmente lograda desde el punto de vista burgués ya que,
contrariamente a lo ocurrido en Francia -donde la burguesía, a causa de la
necedad de la pequeña nobleza, tuvo que aceptar su elevación al poder por
intermedio de 'Jornadas revolucionarias" plebeyas y campesinas, que le
costaron terriblemente caras-, la burguesía inglesa pudo llegar a un
acuerdo" con la aristocracia y "compartir" con ella el poder de
Estado y el uso del aparato de Estado durante mucho tiempo (¡paz entre todos
los hombres de buena voluntad de las clases dominantes!).
En
Alemania las cosas son aún más asombrosas, pues la burguesía imperialista hizo
su estruendosa entrada en la historia (antes de "atravesar” la República
de Weimar y entregarse al nazismo), bajo un aparato ideológico de Estado
político en el que los junkers imperiales (Bismark es el símbolo), su. ejército
y su policía le servían de escudo y de equipo dirigente.
Por
eso creemos tener buenas razones para pensar que detrás del funcionamiento de
su aparato ideológico de Estado político, que ocupaba el primer plano, lo que
la burguesía pone en marcha como aparato ideológico de Estado nº 1, y por lo
tanto dominante, es el aparato escolar que reemplazó en sus funciones al
antiguo aparato ideológico de Estado dominante, es decir, la Iglesia. Se podría
agregar: la pareja Escuela-Familia ha reemplazado a la pareja Iglesia-Farnilia.
¿Por
qué el aparato escolar es realmente el aparato ideológico de Estado dominante
en las formaciones sociales capitalistas y cómo funciona?
Por
ahora nos limitaremos a decir que:
1)
Todos los aparatos ideológicos de Estado, sean cuales fueren, concurren al
mismo resultado: la reproducción de las relaciones de producción, es decir, las
relaciones capitalistas de explotación.
2)
Cada uno de ellos concurre a ese resultado único de la manera que le es propia:
el aparato político sometiendo a los individuos a la ideología política de
Estado, la ideología "democrática", "indirecta" (parlamentaria)
o "directa" (plebiscitaria o fascista); el aparato de información
atiborrando a todos los "ciudadanos" mediante la prensa, la radio, la
televisión, con dosis diarias de nacionalismo, chauvinismo, liberalismo,
moralismo, etcétera. Lo mismo sucede con el aparato cultural (el rol de los
deportes es de primer orden en el chauvinismo), etcétera: el aparato religioso
recordando en los sermones y en otras grandes ceremonias de nacimiento,
casamiento, o muerte que el hombre sólo es polvo, salvo que sepa amar a sus
hermanos hasta el punto de ofrecer su otra mejilla a quien le abofeteó la
primera. El aparato familiar.... no insistimos más.
3)
Este concierto está dominado por una partitura única, ocasionalmente perturbada
por contradicciones, las de restos de las antiguas clases dominantes, las de
proletarios y sus organizaciones: la partitura de la ideología de la clase
actualmente dominante que integra en su música los grandes temas del humanismo
de los ilustres antepasados que, antes del cristianismo, hicieron el milagro
griego y después la grandeza de Roma, la ciudad eterna, y los temas del
interés, particular y general, etc., nacionalismo, moralismo y economicismo.
4)
No obstante, un aparato ideológico de Estado cumple muy bien el rol dominante
de ese concierto, aunque no se presten oídos a su música: ¡tan silenciosa es!
Se trata de la Escuela. Toma a su cargo a los niños de todas las clases
sociales desde el jardín de infantes, y desde el jardín de infantes les inculca
-con nuevos y viejos métodos, durante muchos años, precisamente aquellos en los
que el niño, atrapado entre el aparato de Estado-familia y el aparato de
Estado-escuela, es más vulnerable- "habilidades" recubiertas por la
ideología dominante (el idioma, el cálculo, la historia natural, las ciencias,
la literatura) o, más directamente, la ideología dominante en estado puro
(moral, instrucción cívica, filosofía).
Hacia
el sexto año, una gran masa de niños cae "en la producción”: son los
obreros o los pequeños campesinos. Otra parte de la juventud escolarizable
continúa: bien que mal se encamina y termina por cubrir puestos de pequeños y
medianos cuadros, empleados, funcionarios pequeños y medianos, pequeño-burgueses
de todo tipo.
Una
última parte llega a la meta, ya sea para caer en la semi desocupación
intelectual, ya para proporcionar, además de los "intelectuales del
trabajador colectivo", los agentes de la explotación (capitalistas, empresarios),
los agentes de la represión (militares, policías, políticos, administradores,
etc.) y los profesionales de la ideología (sacerdotes de todo tipo, la mayoría
de los cuales son “laicos" convencidos).
Cada
grupo está prácticamente provisto de la ideología que conviene al rol que debe
cumplir en la sociedad de clases: rol de explotado (con "conciencia
profesional", "moral", "cívica", "nacional"
y apolítica altamente "desarrollada"), rol de agente de la
explotación (saber mandar y hablar a los obreros: las "relaciones
humanas"): de agentes de la represión (saber mandar y hacerse obedecer
"sin discutir" o saber manejar la demagogia de la retórica de los
dirigentes políticos), o de profesionales de la ideología que saben tratar a
las conciencias con el respeto, es decir el desprecio, el chantaje, la
demagogia convenientes adaptados a los acentos de la Moral, la Virtud, la
"Trascendencia", la Nación, el rol de Francia en el Mundo, etcétera.
Por
supuesto, muchas de esas virtudes contrastadas (modestia, resignación, sumisión
por una parte, y por otra cinismo, desprecio, altivez, seguridad, grandeza,
incluso bien decir y habilidad) se enseñan también en la familia, la iglesia,
el ejército, en los buenos libros, en los filmes, y hasta en los estadios.
Pero
ningún aparato ideológico de Estado dispone durante tantos años de la audiencia
obligatoria (y, por si fuera poco, gratuita …) 5 a 6 días sobre 7 a razón de 8
horas diarias, de formación social capitalista.
Ahora
bien, con el aprendizaje de algunas habilidades recubiertas en la inculcación
masiva de la ideología de la clase dominante, se reproduce gran parte de las relaciones
de producción de una formación social capitalista, es decir, las relaciones
de explotados a explotadores y de explotadores a explotados.
Naturalmente,
los mecanismos que producen este resultado vital para el régimen capitalista
están recubiertos y disimulados por una ideología de la escuela universalmente
reinante, pues ésta es una de las formas esenciales de la ideología burguesa
dominante: una ideología que representa a la escuela como un medio neutro,
desprovisto de ideología (puesto que es ...laico), en el que maestros
respetuosos de la "conciencia” y la libertad de los niños que les son
confiados (con toda confianza) por sus "padres” (que también son libres,
es decir, propietarios de sus hijos), los encaminan hacia la libertad, la moralidad
y la responsabilidad de adultos mediante su propio ejemplo, los conocimientos,
la literatura y sus virtudes “liberadoras”.
Pido
perdón por esto a los maestros que, en condiciones espantosas, intentan volver
contra la ideología, contra el sistema y contra las prácticas de que son
prisioneros, las pocas armas que pueden hallar en la historia y el saber que
ellos "enseñan”. Son una especie de héroes. Pero no abundan, y muchos (la
mayoría) no tienen siquiera la más remota sospecha del "trabajo" que
el sistema (que los rebasa y aplasta) les obliga a realizar y, peor aún, ponen
todo su empeño e ingenio para cumplir con la última directiva (¡los famosos
métodos nuevos!). Están tan lejos de imaginárselo que contribuyen con su
devoción a mantener y alimentar esta representación ideológica de la escuela,
que la hace tan "natural" e indispensable, y hasta bienhechora, a los
ojos de nuestros contemporáneos como la iglesia era "natural”, indispensable
y generosa para nuestros antepasados hace algunos siglos.
En
realidad, la iglesia es reemplazada hoy por la escuela en su rol de aparato
ideológico de Estado dominante. Está combinada con la familia, como antes
lo estuvo la iglesia. Se puede afirmar entonces que la crisis, de una
profundidad sin precedentes, que en el mundo sacude el sistema escolar en tantos
Estados, a menudo paralela a la crisis que conmueve al sistema familiar (ya
anunciada en el Manifiesto), tiene un sentido político si se considera
que la escuela (y la pareja escuela-familia) constituye el aparato ideológico
de Estado dominante. Aparato que desempeña un rol determinante en la
reproducción de las relaciones de producción de un modo de producción amenazado
en su existencia por la lucha de clases mundial.
Carta al padre
de Franz
Kafka
(FRAGMENTOS)
[Schelesen
(Bohemia), noviembre de 1919].
Querido padre:
"Me preguntaste una vez por qué afirmaba yo que te
tengo miedo. Como de costumbre, no supe qué contestar, en parte, justamente por
el miedo que te tengo, y en parte porque en los fundamentos de ese miedo entran
demasiados detalles como para que pueda mantenerlos reunidos en el curso de una
conversación. Y, aunque intente ahora contestarte por escrito, mi respuesta
será, no obstante, muy incomprensible, porque también al escribir el miedo y
sus consecuencias me inhiben ante ti, y porque la magnitud del tema excede mi
memoria y mi entendimiento.”
"Para ti, el asunto fue siempre muy sencillo, por lo
menos por lo que hablabas al respecto en mi presencia y también, sin
discriminación, en la de muchos otros. Creías que era, más o menos, así:
durante tu vida entera trabajaste duramente, sacrificando todo a tus hijos, en
especial a mí. Por lo tanto, yo he vivido cómodamente, he tenido absoluta libertad
para estudiar lo que se me dio la gana, no he tenido que preocuparme por el
sustento, por nada, por lo tanto, y en cambio de eso, tú no pedías gratitud (tú
conoces como agradecen los hijos) pero esperabas por lo menos algún
acercamiento, alguna señal de simpatía; por el contrario, yo siempre me he
apartado de ti, metido en mi cuarto, con mis libros, con amigos insensatos, con
mis ideas descabelladas; jamás hablé francamente contigo, en el templo jamás me
acerqué a ti, en Franzenbad no fui jamás a visitarte, tampoco he conocido el
sentimiento de familia, ni me ocupé del negocio ni de tus otros asuntos, te endosé
la fábrica y te abandoné luego, apoyé a Ottla en su terquedad, y mientras que
por ti no muevo ni un dedo (si ni siquiera te traigo una entrada para el teatro),
no hay cosa que no haga por mis amigos. Si haces un resumen de tu juicio sobre
mí, surge que no me reprochas nada que sea en realidad indecente o perverso
(excepto, tal vez, mi reciente proyecto de matrimonio), sino mi frialdad, mi
alejamiento, mi ingratitud. Y me lo
echas en cara como si fuese culpa mía, como si mediante un golpe de timón
hubiese podido, dar a todo esto un curso distinto, en tanto tú no tienes la
menor culpa, salvo tal vez la de haber sido excesivamente bueno conmigo.”
"Esta consabida interpretación tuya me parece correcta
sólo en lo que se refiere a tu falta de culpa en cuanto a nuestro
distanciamiento. Pero también estoy yo igualmente exento de culpa. Si pudiera
conseguir que reconocieras esto, entonces sería posible, no digo una vida nueva
-para ello los dos somos ya demasiados viejos-, pero sí una especie de paz, no
un cese, pero sí un atenuamiento de tus incesantes reproches.”
"Es extraño, pero tú tienes un presentimiento de lo que
quiero decirte. Así por ejemplo, me dijiste hace poco: "Yo siempre te he
querido, aunque no como ellos". Ahora bien, padre: yo en verdad nunca dudé de tu bondad para conmigo pero no me
parece que tu observación sea exacta. Tú no sabes fingir, eso es cierto, pero
si pretendes, sólo por esa razón, afirmar que los otros padres fingen, se
trata, o bien de simple terquedad, imposible de discutir, o bien de una
expresión encubierta de que hay algo que no anda bien entre nosotros, y que tú contribuyes
a causar, aunque sin culpa. Si realmente es ésa tu opinión, estamos de acuerdo.
No digo, por supuesto, que he llegado a ser lo que soy sólo
por tu influencia. Eso sería muy exagerado (y bien que me siento atraído hacia
tal exageración) Es muy posible que, aun si hubiese estado totalmente
libre de tu influencia durante mi desarrollo, no hubiera podido llegar a ser
tampoco la clase de persona que tú quieres.”
(…)
"Yo era un niño tímido, pero seguramente también terco,
como deben ser los niños; sin duda mi madre me mimaba también, pero no puedo
creer que fuera tan difícil tratarme que una palabra cariñosa, un silencioso
asirme de la mano, una mirada dulce no hubieran podido obtener de mí lo que
quisieran. En el fondo, eres un hombre bueno y afable (esto no está en
contradicción con lo que sigue, ya que solamente hablo de la apariencia con que
influías sobre mí, cuando era niño), pero no todos los niños tienen la
perseverancia y la intrepidez suficientes como para buscar mucho tiempo hasta
llegar a la bondad.
Tú sólo puedes tratar a un niño de la misma manera con que
estás hecho, con fuerza, ruido e iracundia, y esto te parecía además muy
adecuado para el caso, porque querías hacer de mí un muchacho fuerte y valeroso.”
"Por cierto, no puedo describir ahora concretamente tus
recursos educativos de los primeros años, pero bien puedo imaginármelos
infiriéndolos de los años siguientes y de tu manera de tratar a Félix. Y debe
considerarse que todo se acentuaba en aquel entonces, porque eras más joven, y
en consecuencia más espontáneo, más fogoso, más primitivo, más despreocupado que
hoy y que, además, te hallabas por completo absorbido por el negocio; que yo te
veía apenas una vez en el día, y por lo tanto, la impresión que me causabas era
más honda aún, y nunca llegó a disminuir con la costumbre.”
"Sólo recuerdo con claridad un suceso de los primeros
años. Quizá tú también lo recuerdes. Una noche, yo, lloraba sin cesar pidiendo que
me trajeran agua, no sin duda porque tuviera sed sino probablemente en parte
para fastidiar y en parte para entretenerme. Como algunas amenazas violentas no
habían producido efecto, me sacaste de la cama, me llevaste al balcón y me
dejaste allí un rato, en camisa, solo ante la puerta cerrada. No pretenderé
decir que eso estaba mal, puede ser que en ese momento no hubiese otra forma de
conseguir el descanso nocturno, pero
quiero caracterizar con ello tus métodos educativos y su efecto sobre mí. Sin
duda, esa vez fui obediente, pero había sufrido un daño interior. Nunca pude
establecer, de acuerdo con mi naturaleza, la relación correcta entre lo lógico,
para mí, de aquel absurdo pedir agua con lo extraordinariamente terrible de
verme llevado afuera. Todavía años más tarde me perseguía la visión aterradora
de ese hombre gigantesco, mi padre, esa última instancia, que podía, casi sin
motivo, venir de noche a sacarme de la cama y llevarme al balcón, a tal punto
yo no era nada para él.”
"Aquello fue entonces solamente un breve comienzo, pero
esa sensación de nulidad que con frecuencia me domina (en otro sentido, sin
duda, también una sensación noble y fértil), se debe en gran parte a tu
influencia. Me hubiese sido necesario un poco de estímulo, un poco de
cordialidad que me allanara ligeramente el camino; en cambio, tú me cerrabas el
paso, indudablemente con la buena intención de desviarme hacia otro. Pero yo no
servía para eso. Tú, por ejemplo, me alentabas cuando hacía bien el saludo
militar, el paso de marcha, pero yo no era un futuro soldado, o me estimulabas
cuando podía comer mucho y aún tomar cerveza, o cuando lograba repetir
canciones incomprensibles o repetir tus frases usuales, pero nada de eso
pertenecía a mi porvenir. Y resulta demostrativo que aún hoy sólo me estimes en
algo cuando te cabe participar en la emoción, cuando hiero tu egocentrismo (por
ejemplo, con mi intención de casarme) o cuando alguien hiere en mí tu
egocentrismo, (por ejemplo, cuando Pepa me insulta).
Entonces se me anima, se me recuerda mi valer, se me señalan
los partidos a que tengo derecho, y se condena a Pepa definitivamente. Pero,
aparte de ser a mi edad ya casi insensible a los estímulos, ¿de qué me sirven
si sólo aparecen allí donde ya no se trata en primer lugar de mí?”
"En aquel entonces, y sólo en aquel entonces, me
hubiera sido necesario el estímulo. Si tu sola presencia física ya me
aplastaba...
Recuerdo, por ejemplo, cuando nos desvestíamos juntos en una
casilla. Yo flaco, débil, enjuto; tú, fuerte, grande, ancho. Ya en la casilla me
sentía miserable, y no sólo frente a ti, sino ante el mundo entero, porque tú
eras para mí la medida de todas las cosas. Pero después salíamos de la Casilla
e íbamos entre la gente, yo tomado de tu mano, esqueleto pequeño, vacilante,
descalzo sobre las tablas, temeroso del agua, incapaz de imitar tus movimientos
para nadar que, con la mejor intención, pero en realidad para mi vergüenza
profunda, tú repetías constantemente para enseñarme. Yo me sentía entonces
completamente desesperado, y todas mis experiencias desalentadoras en otros
terrenos coincidían a la perfección en ese momento. Me sentía mejor cuando te desvestías
primero y me quedaba solo en la casilla, postergando la vergüenza de la
presentación en público hasta que, finalmente, venías a buscarme y me sacabas
de allí. Yo te estaba agradecido porque no parecías advertir mi angustia y
también estaba orgulloso por el cuerpo de mi padre. Por lo demás, esta
diferencia subsiste todavía hoy entre nosotros.”
(…)
“Por esa razón el mundo quedó para mí dividido en tres
partes: una donde vivía yo, el esclavo, bajo leyes inventadas exclusivamente
para mí, y a las que, además, no sabía por qué, no podía adaptarme por entero; luego,
un segundo mundo, infinitamente distinto del mío, en el que vivías tú, ocupado
en gobernar, impartir órdenes y enfadarte por su incumplimiento; y, finalmente,
un tercer mundo donde vivía la demás gente, feliz y libre de órdenes y de
obediencia. Yo me hallaba siempre en una vergonzosa situación: o bien
obedeciendo tus órdenes, lo cual implicaba una afrenta, ya que sólo tenían
vigencia para mí, o bien adoptando una actitud obstinada, lo que también era
ignominioso, ya que era imposible mantenerse obstinado frente a ti, o bien no
podía obedecerte porque no poseía, simplemente, ni tu fuerza, ni tu apetito, ni
tu habilidad, a pesar de que tu exigías eso como algo que se da por sobreentendido;
y ésta era sin duda la vergüenza mayor. Así se movían, no las reflexiones, sino
los sentimientos del niño.”
(…)
"La imposibilidad de una relación apacible tuvo otra consecuencia
más, sin duda natural: perdí la costumbre de hablar. De cualquier manera, nunca
seguramente hubiera llegado a ser un gran orador, pero hubiese dominado el
lenguaje humano con fluencia normal. Pero desde muy temprano tú me prohibiste
la palabra; tu amenaza: "¡ni una palabra de protesta!" y la mano
levantada al mismo tiempo, me acompañan desde siempre. Adquirí una manera entrecortada,
tartamudeante de hablar en tu presencia (cuando se trata de tus asuntos, tú
eres un excelente orador), y aún eso era demasiado para ti, de manera que
finalmente me quedé callado, al principio, tal vez por terquedad y más tarde porque
en tu presencia no podía ni pensar ni hablar. Y como tú eras mí un verdadero
maestro, todo esto influyó para siempre sobre mi vida en general. Cometes un
gran error si crees que nunca me he sometido a ti. Mi actitud hacia ti nunca ha
sido realmente "siempre todo en contra", tal como supones y me lo
echas en cara. Al contrario: si te hubiese obedecido menos, estarías sin duda
más contento de mí. Más bien, todas tus normas educativas fueron certeras; no
eludí detalle alguno: tal como soy represento (con exclusión, naturalmente, de
los fundamentos e influencia de la vida) los resultados de tu educación y mi
obediencia.
Si estos resultados te parecen no obstante penosos, y aún te
niegas inconscientemente a admitirlos como producto de tu educación, se debe
justamente al hecho de que tu mano y mi materia hayan sido tan extraños la una
para la otra. Decías: "¡Ni una palabra de protesta!", y con ello
querías acallar en mí las fuerzas contrarias que te eran desagradables, pero
esa influencia era demasiado fuerte para mí, yo era demasiado obediente, callé
por completo, me escondí de ti, y sólo me atreví a moverme cuando estuve tan
lejos de ti que tu poder, al menos directamente, ya no me alcanzaba. Pero
estabas allí, y todo te parecía otra vez "contrario", en tanto no era
en realidad sino la consecuencia lógica de mi debilidad y de tu fuerza.”
(…)
"Es verdad que mi madre fue infinitamente buena
conmigo, pero aún esto se hallaba, a mi modo de ver, referido a ti: en relación
nada buena por lo tanto. Mi madre, sin saberlo, desempeñaba el papel del batidor
en una cacería. Si bien la educación que me diste, en alguna circunstancia
improbable, hubiera podido incitarme a adoptar una actitud de terquedad,
aversión o hasta odio, ella intercedía con su bondad, con su palabra sensata
(en la confusión de mi infancia ella era para mí el arquetipo de la sensatez),
devolviéndome el equilibrio, pero también empujándome de nuevo hacia tu
círculo, del cual, de otra manera, quizá me hubiera evadido, para bien de
ambos. O bien la situación se presentaba de manera tal que no se producía una
reconciliación verdadera; mi madre sólo me protegía, en secreto, de ti, me daba
algo en secreto. Y entonces yo volvía a ser otra vez el ser que huye de la luz,
el estafador, el culpable consciente, el cual, debido a su nulidad, debía
alcanzar por caminos tortuosos aquello a que creía tener derecho.
Naturalmente, me acostumbré también a alcanzar por esos
caminos aquello a lo que, aún en mi opinión, no tenía derecho alguno. Y esto implicaba
un nuevo aumento de mi sentimiento de culpa.”
(…)
"Con mayor acierto dirigías tu aversión contra mi
escribir y contra todo aquello que, desconocido para ti, se relacionaba con esa
actividad. Realmente, en ella me había independizado y alejado un buen trecho
de ti, aun cuando la situación recuerde la de un gusano que, aplastado por un
pie en su parte trasera, avanza con la parte anterior y se arrastra hacia un costado. Me sentía en
cierto modo a salvo, podía respirar; la aversión que por supuesto sentías por
mis escritos me resultaba, por excepción, sumamente grata. Si bien mi vanidad y
mi amor propio sufrían con ese saludo, ya famoso entre nosotros, con que recibías
mis libros: "¡Déjalo sobre la mesa de luz!" (casi siempre estabas jugando
a los naipes cuando llegaba mi libro), en el fondo eso me agradaba, no sólo por
mi maldad no saciada todavía, no sólo por el placer de esa nueva confirmación
de mi concepto acerca de nuestras relaciones, sino antes que nada porque
aquella fórmula me sonaba como si dijeras: "¡Ahora eres libre!"
Naturalmente, se trataba de un engaño, yo no era libre, o bien, en el caso más
favorable, aún no lo era.
Mis escritos trataban de ti: en ellos quedaban consignadas
las quejas que yo no podía presentarte a ti, en persona. Era una despedida de
ti, que yo dilataba intencionadamente, y a la cual tú me forzabas, pero que tomaba
un camino elegido por mí. Pero, ¡qué ínfimo era todo eso! En verdad, sólo vale
la pena mencionarlo porque ocurrió en mi vida y ejerció su dominio sobre ella
(de otro modo, ni siquiera sería perceptible), en mi niñez como presentimiento,
más tarde como esperanza, y más tarde todavía, como desesperación, dictándome
(si se quiere, adquiriendo no obstante nuevamente tu forma) mis escasas e
ínfimas decisiones.”
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