LA LITERATURA DE KAFKA
Kafka gustaba de las palabras sencillas, nada grandilocuentes y se expresaba por medio de imágenes. Hasta sus manifestaciones más abstractas, como las aforísticas, revisten esta cualidad. Es un poeta en el más estricto sentido del término. Prioriza la expresión frente a las ideas y alude más de lo que muestra. Su obra no ofrece mensajes, evade el didactismo y acepta múltiples interpretaciones; jamás obliga a una.
Muchas veces inconclusos, sus relatos no “progresan”. Los conflictos quedan pendientes y los personajes no evolucionan psicológicamente. Gregorio Samsa involuciona en sus facultades psíquicas humanas pero mientras puede razonar sigue siendo un empleado de comercio, puntual y responsable.
El estilo de Kafka es en cierta manera clásico; a veces no exento de frialdad. De un modo muy peculiar, suele objetivar los sentimientos analíticamente. No pertenece a ningún movimiento literario de su época aunque se acerca al expresionismo, en cuanto manifestación más cercana al sueño y a la imaginación que al mundo exterior.
Bajo diferentes máscaras y situaciones, Kafka proyecta su propio yo. Sus personajes carecen de rasgos individualizantes. Apenas descriptos físicamente, o nada en absoluto, representan simples centros de imputación de normas ajenas y superiores a ellos. Padecen el mundo, no lo crean y menos lo comprenden. Rebeldes o resignados, bajo apariencia humana o animal están predestinados a ser acosados y morir, corporal o espiritualmente. El paisaje aparece en función de ellos, tan caótico e incomprensible como sus existencias. Galerías, prisiones o tribunales enmarcan la asfixia de sus conciencias degradadas.
Casi toda la obra de Kafka procede de la introspección. Desarraigada, sin una exacta ubicación de tiempo ni espacio, universal, alegórica, por momentos parece una pesadilla materializada. El detalle se agranda, lo esencial huye. Como acertadamente afirma Lancelotti: “Con Kafka, se cumple el tránsito del misterio a lo absurdo”.
Símbolo sin clave o alegoría de la nada, la obra de Kafka no puede reducirse a conceptos generales.
LA METAMORFOSIS
ANTECEDENTES
Uno de ellos lo encontramos ya en el sentimiento de “parásito” plasmado en la “Carta al padre”. También la primera versión del relato “Preparativos de boda en el campo” decía: “Cuando estoy en la cama me parece tener la silueta de un coleóptero, sí. Y luego me las arreglo para hacer creer que se trata de un sueño invernal y aprieto mis patitas contra mi vientre inflamado”. Cuando el padre de Kafka quería subestimar a alguien lo comparaba con insectos.
El sentido peyorativo de la palabra insecto caló hondo en Kafka. El domingo 17 de noviembre de 1912, apenas despierto, ya rondaba en su cabeza la primera famosa oración de su relato. La elaboración de su obra le llevó veinte días, intercalada con la redacción de “América” y varias cartas a Felice. Esto habla de la inspiración de aquellos días dedicados a la literatura.
EL GÉNERO
“La metamorfosis” ha dado lugar a tantas y tan disímiles interpretaciones que ni siquiera se puede afirmar con certeza el género al que pertenece. Teniendo en cuenta que todos los elementos narrativos cooperan con un argumento único, unificador y dependiente de un hecho ya ocurrido (la metamorfosis) se puede definir este relato como cuento. Esto no invalida el aporte de otros enfoques como el de Haymann: “Kafka está haciendo una alegoría de la relación con la familia, a partir de su sentimiento de que es una decepción, un fardo”. Desde el punto de vista psicológico, tan frecuentado por los críticos, “La metamorfosis” recrea la situación familiar de Kafka. El poco comprensivo padre de Gregorio encubriría a Hermann Kafka, la madre a July Löwy y la hermana a Ottla. Sin dejar de reconocer lo atinado de la analogía, tal postura no agota las posibles interpretaciones. Y evade la cuestión fundamental; el valor poético de la narración kafkiana. Dada la teatralidad general del relato y su desarrollo que despierta compasión y rechazo a la vez, no parece aventurado catalogarlo de “tragedia de la soledad”.
“La revelación de “La metamorfosis” no está ligada al fenómeno mágico descripto con ese nombre” – fundamenta Marthe Robert – sino a la realidad de una soledad en parte deseada (la metamorfosis es el resultado de un deseo) en parte impuesta desde el exterior (por la maldición de la familia) que mutila al ser espiritual del héroe y finalmente lo mata”. Aquí no hay dioses que condenen pero sí una fatalidad radical, una desgracia irreversible que conduce a la soledad y a la muerte. De acuerdo con esta visión, la peripecia; el suceso que cambia el desarrollo de los acontecimientos; se ubicaría al comienzo de la obra. También se ha visto a “La metamorfosis” como una gigantesca parábola y una novela corta.
TEMAS
Prácticamente, todos los temas de la narrativa kafkiana aparecen en el relato. La incomunicación y la soledad, la autoridad y el zoomorfismo, la triplicación de personajes y la alineación conviven en estrecho contacto. A ellos hay que agregar un tema específico de este cuento: la identidad.
El tópico de la identidad, característico de nuestro siglo, empalma con el de la alineación, su contrafigura predilecta. La naturaleza dual de Gregorio (conciencia humana en cuerpo animal) evoca la personalidad fragmentada del hombre contemporáneo. La mecanización creciente y la obsesión productiva hacen que el individuo no sea él mismo. Lo deshumanizan, lo degradan, lo “gregorizan” sin pausa, Kafka no propone un modelo sustitutivo pero muestra la pérdida de identidad. El clímax de este proceso se alcanza cuando la hermana acepta la monstruosidad del insecto, poco antes de su muerte. El padre asiente y la madre calla. Se perfecciona de este modo la alineación del protagonista.
¿CUÁNDO COMIENZA LA METAMORFOSIS?
El episodio central que desencadena los sucesos restantes ocurre al comienzo de la obra. De improviso nos hallamos ante el absurdo. Gregorio Samsa se encuentra convertido en “monstruo insecto” después de un sueño agitado” y a partir de allí, nuestra complicidad de lectores crea también la obra. Al igual que en “El proceso” esa zona fronteriza entre el sueño y la vigilia esconde la quiebra del realismo. La figura parece surgir del inconsciente y aunque se aclara de inmediato: “No. No era un sueño”, la vigilia se trasforma en pesadilla; segunda y extraña metamorfosis.
El juego de espejos, sin embargo, no se detiene allí. Cuando se recupera anafóricamente el pasado de Gregorio y nos enteramos por la madre de su grado de alineación y soledad: “El muchacho no tiene en la cabeza otra cosa que la tienda. Hasta ya casi me fastidia que nunca salga de noche... Se sienta con nosotros a la mesa y lee tranquilamente el diario o estudia itinerarios”; cuando el propio viajante piensa: “...uno y otro día de viaje... La agitación es mucho mayor cuando se trabaja afuera que cuando se trabaja en la misma casa, y además esta plaga de viajes que me ha sido impuesta, más la preocupación por la combinación de los trenes, la comida mala e irregular; las relaciones humanas, siempre cambiando, nada duran y jamás llegan a ser cordiales”: cuando captamos a Gregorio aislado del mundo y de la familia; una vez que percibimos su incomunicación esencial se revela un fenómeno nítido. ¡La metamorfosis empieza mucho antes del comienzo de la narración! En vísperas de su transformación física, Gregorio ya es un extraño para la sociedad y para su familia.
La metamorfosis no representa más que la última etapa de un proceso gradual de deshumanización, su fase adulta y objetiva. De este ciclo ignoramos ciertamente la gestación pero conoceremos el desenlace: la muerte del protagonista.
“La metamorfosis” plantea un tipo de narrador omnisciente, que capta tanto el interior de los personajes “lo que ocurre dentro de ellos”, como lo exterior. La exposición de los hechos es directa; sin intermediarios; y estrictamente objetiva. El mundo de pesadilla, fantasmagórico encierra detalles realistas que agudizan el extrañamiento. La descripción minuciosa del cuarto de Gregorio, por ejemplo, oficia de retardo al asedio de la acción.
Las primeras reacciones del protagonista son de sorpresa, de incredulidad: “¿Qué pasaría – pensó – si durmiese aún otro poco y me olvidara de estas extravagancias?” En realidad, a lo largo del relato Gregorio nunca acepta explícitamente su transformación; a lo sumo se refiere a su “situación actual”, se resigna a ella y jamás se horroriza. Siempre piensa como un ser humano. Su máxima preocupación inicial consiste en su tardanza en llegar al trabajo y no en afrontar su monstruosidad. Menos se preocupará, por supuesto, en superarla.
Con la metamorfosis se produce una inversión de gustos y funciones. Antes del cambio, Gregorio solía dormir sobre el lado derecho; ahora no puede adoptar esa postura. La leche deja de ser su bebida predilecta para ceder su lugar al queso y las legumbres podridas. La degradación en sus gustos metaforiza su decadencia vital.
A medida que transcurre la obra escasearán cada vez más los monólogos interiores, Gregorio pierde el apetito y el interés por las cosas. Su única cualidad inalterada es el cariño por la familia, reiteradamente expresado.
La interpolación de sucesos precedentes al relato cumple una doble función: crea expectativa respecto a lo que ocurra al insecto e informa sobre su vida pasada. Gracias a ese procedimiento conocemos la soledad antigua de Gregorio. Se sabe que buscaba su soledad (no salía de noche porque no quería) y la padecía (la plaga de viajes le había sido impuesta). Trabaja para pagar una deuda contraída por sus padres y calculaba que lo lograría en cinco o seis años. La asfixia económica también comporta alienación. La distancia entre el sueño de liberarse de la deuda y su nueva realidad provoca angustia. Igual ocurre con la marcha del reloj, inexorable heraldo de la llegada tarde e inútil en el mundo del insecto.(...)
Valoración formal y semántica
Desde el punto de vista formal, la abundancia de adverbios de negación y expresiones de relatividad fundamentan los correspondientes contenidos y caracterizan la prosa kafkiana: “no”, “jamás”, “nunca”, “casi”, “apenas”, “poco”, “acaso”, se suceden continuamente. El modo condicional y las interrogaciones plantean hipótesis que casi nunca se llevan a cabo.
La exacta adjetivación forma muchas veces una unidad con el sutantivo, cuando no crea un ámbito simbólico. Por ejemplo, el “suelo inmaculado” de la sala contrasta con “los restos de comida adheridos al lomo y a los costados” de Gregorio. Ya nos referimos a los símiles utilizados en la escena del encargado.
También importan las metáforas. Gregorio es asimilado a un “enfermo grave”, “un extraño”, “un viejo inválido”. Ya muerto, la sirvienta se refiere a él como un “cachivache”. Cada imagen comporta una degradación mayor.
El estudio formal de Kafka, menospreciado por muchos críticos, constituye el substrato imprescindible para remontarse a los símbolos.
Para Kafka nada hay más fantástico que lo cotidiano. “Las caras de todos los días desfilan ante uno como un misterioso ejército de insectos”. La deformación encubre la esencia misma de lo real. Sólo el acostumbramiento impide ver, de modo que los factores de extrañeza de “La metamorfosis” muestran la realidad.
Parábola de la familia de Kafka, de la alienación, de la disgregación del hombre contemporáneo o de la ausencia de Dios, cada interpretación enriquece el relato, no lo explica. La integración de símbolos deviene en alegoría, de diferente signo según el exégeta.
(Extraído de un estudio sobre “La metamorfosis” de Lauro Marauda)
Algunas consideraciones críticas sobre Kafka y La Metamorfosis
Dr. Luis Quintana Tejera
Universidad Autónoma del Estado de México
El despertar de Gregorio Samsa
En la acción de La metamorfosis no hay ningún tipo de introducción. El aspecto fundamental de la anécdota aparece ante nosotros en las primeras palabras del narrador:
Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto.
Algo ha sucedido en esa noche y Gregorio se encuentra de pronto con la horrible transformación. Es el despertar que nos ubica en la toma de conciencia ante una realidad. La noche anterior representa la vida del personaje que se caracterizó por el sometimiento y el cumplimiento servil de las órdenes de quienes ejercían sobre él un poder ilimitado.
Es la historia del hombre contemporáneo con toda la carga de amargura y desazón que deriva del hecho lamentable de no ser considerado como un ser humano sino tan solo como un objeto.
Comienza así el planteamiento de la relación existente entre su condición de objeto y su situación como sujeto. Gregorio ha sido, hasta este momento, un objeto útil; por esto la alegoría del insecto nos permite observar el inmenso grado de soledad en que se encuentra el joven Samsa. Además, el mencionado animal representa -en el plano de la alegoría-, la incomunicación frente al mundo exterior.
El sueño ha sido intranquilo, primordialmente por dos razones: 1. porque durante esa noche figurada se iba gestando, poco a poco, la metamorfosis; 2. porque Gregorio iba perdiendo, gradualmente, confianza en sí mismo, al mismo tiempo que descubría su grado de extrañeza en relación con el universo en que vivía.
El personaje se encuentra indefenso y muy asombrado. Lo que ha ocurrido escapa a los esquemas normales. Al narrador no le interesa hacer creíble su relato; simplemente los hechos se han dado de esa manera y basta.
Cuando el autor describe al insecto lo hace con la intención de ubicarnos en la verosimilitud de éste; el acontecer literario no importa por el grado de veracidad que conlleve, basta con que se mueva en el terreno de lo posible. Desde nuestra perspectiva de análisis, ese animal representa un momento muy duro en la vida del joven Samsa; realmente existe en su convulsionado microcosmos, frente a lo cual destacamos que la actitud adoptada por Gregorio representa su intención de no dejarse vencer por los hechos consumados.
El primer intento del personaje se da en el terreno de la reflexión: "¿Qué me ha sucedido?
No es un sueño porque su habitación es la misma de siempre. En ella aparecen los elementos conocidos que nos permiten definir la vida de Gregorio cuando era insecto y no lo sabía.
El muestrario de paños que está sobre la mesa bien puede simbolizar el mundo laboral, su condición de viajante de comercio. La estampa, recortada de una revista ilustrada y puesta en un lindo marquito dorado, es la representación de algo muy querido por el personaje al extremo de llegar a defenderlo valientemente, en el entorno de la segunda salida.
Es una mañana lluviosa y esto acrecienta la nostalgia del protagonista. Su decisión consiste en seguir siendo él mismo, a pesar de lo evidente de la metamorfosis.
Pronuncia un extenso monólogo en el que recapacita acerca de su humana condición. En este monólogo se advierte el alto grado de desarraigo y soledad en que vive. La profesión lo deja cada día más vacío, mientras que las amistades, en continuo cambio como natural consecuencia de sus múltiples viajes, no perduran. El trasladarse en los trenes es molesto y ni siquiera puede comer tranquilamente. A todo lo anterior, se agrega la imagen implacable de su jefe y la dependencia laboral se impone como una carga insoportable.
El despertador no ha sonado, o si esto ha sucedido, Gregorio no lo oyó. En verdad, el protagonista sabía que el sonido del reloj lo llamaba a su condición de objeto útil; quizás por esto último no quiso escucharlo.
A partir de la metamorfosis el fin de Gregorio se impondrá gradualmente, es la imagen del héroe contemporáneo traumado y abandonado por la sociedad a la cual había servido durante tanto tiempo. Simultáneamente, corresponde subrayar el carácter extranjero de este hombre quien sufrió y luchó por un mundo que le volvió la espalda en el momento en el que él más lo necesitaba.
La segunda salida de Gregorio
La hermana pide ayuda a su madre para comenzar a retirar los muebles mencionados. Ésta ingresa al cuarto en el bien entendido de que no verá a Gregorio: su solo aspecto la espanta. Comienza la tarea que cumplirán las dos mujeres:
El acto de Grethe, bien inspirado y razonable, significa sin embargo un paso más en el proceso de degradación en la situación de Gregorio. Hasta ahora la presencia de los muebles en el cuarto equivale, de algún modo, a una esperanza. Quitarlos representa romper definitivamente con el pasado, aceptar para siempre y como parte de la familia a este taciturno y nauseabundo insecto que es ahora el protagonista. En alguna medida, los muebles de Gregorio constituyen un nexo entre el mundo del joven Samsa y el que está más allá de la puerta.
Kafka, pues, va destruyendo, primero por eliminación -la habitación queda desierta- y luego por transformación -se convierte en un sucio desván para los trastos-, el viejo dormitorio de Gregorio, que cada vez es más autónomo del resto de la casa.
Gregorio, por su parte, piensa que la vida monótona de esos dos meses ha perturbado su mente. Aclaramos que no hay en verdad perturbación, sino cambio: él acepta ahora que su habitación esté vacía y lo acepta porque está pensando como insecto. A medida que la metamorfosis progresa, Gregorio piensa y actúa y siente cada vez menos como hombre.
Mientras las mujeres vacían la habitación, Gregorio se mantiene prudentemente oculto. Pero cuando advierte lo que realmente sucede -que se llevan todo cuanto ama- una ola de recuerdos y nostalgias le hace reaccionar. Un cuadro -ya mencionado en el desarrollo del análisis-, adquiere súbitamente importancia fundamental para el protagonista, quien trepa por la pared y se adhiere fuertemente al vidrio del mencionado cuadro, en un típico acto de posesión y deseo al no permitir que le arrebaten lo que no quiere perder.
Pese a los esfuerzos de Grethe la madre lo ve y cae desmayada. En ese preciso instante, y como consecuencia de lo sucedido, la hermana abandona toda tentativa de comprender a Gregorio, se pone de parte del mundo "normal" y llega a increpar duramente a su hermano: "¡Ojo, Gregorio! -gritó la hermana con el puño en alto y enérgica mirada".
En la tercera parte de la obra, en un breve discurso, Grethe ha de asegurar que ese insecto repugnante no es, no puede ser su hermano. El proceso de alejamiento, que ahí culmina, ha empezado ya.
Con extraordinaria habilidad, Kafka, por medio del narrador, saca a Gregorio de su cuarto y quedan solas en él la madre y la hermana. La inesperada presencia del padre viene a complicar las cosas. La hermana sólo alcanza a decirle al padre que la madre se ha desmayado y que Gregorio ha escapado.
Es ésta la primera vez que Gregorio ve a su padre después de la transformación sufrida por este último al tener que cargar sobre sus hombros la responsabilidad de la casa. Lo encuentra muy cambiado; el padre también ha sufrido una metamorfosis: está más joven, más enérgico, súbitamente repuesto.
Su progenitor trata entonces de hacerlo regresar a su habitación. Comienza el bombardeo de las manzanas, otro pasaje digno del mejor de los grotescos. No es que en un arrebato el padre arroje unas manzanas a su hijo, sino que se aprovisiona de ellas y las lanza fría y sistemáticamente sobre su enemigo. La última se incrusta sobre el lomo de Gregorio: allí permanecerá descomponiéndose, hasta el final.
Herido, Gregorio encuentra por fin la puerta que se vuelve de pronto salvación ante los embates de su progenitor, y se precipita a su cuarto.
El pasaje termina con una fugaz visión: la madre, ya recuperada, abrazando al padre le suplica perdone la vida de su hijo. Es un final casi teatral, pero de todas formas recatado y eficaz.
Así pues, hemos constatado cómo comienza en la tercera parte de la obra un proceso rápido de agravamiento de la enfermedad de Gregorio que concluye con su muerte. La sirvienta es quien descubre el cuerpo y los convoca a todos para que vean como "reventó". La familia recibe la noticia como una verdadera liberación. Todos resuelven consagrar ese día al reposo y al paseo.
El relato concluye con la certeza de que una vida nueva se inicia para todos. Al observar las formas juveniles de Grethe, parece renacer una esperanza fundamentada en esta hija que les ha quedado a pesar de la pérdida de quien en otro tiempo fuera el sostén y la alegría de la casa.
Gregorio representa la imagen del héroe contemporáneo, traumatizado y abandonado por la sociedad a la cual había servido durante tanto tiempo. El movimiento del personaje en el desarrollo de la novela, se da en tres planos: Gregorio y el círculo familiar, Gregorio y el aspecto laboral regido por el sometimiento, y Gregorio y el resto de la sociedad, caracterizada por la exclusión del personaje.
Como elementos válidos a los efectos de las conclusiones que estamos analizando, sirve subrayar el carácter de este hombre que sufrió y luchó por un mundo que le volvió la espalda en el momento en el que más lo necesitaba. A nivel familiar es donde se dan los hechos más dolorosos, según hemos argumentado.
Por último, Gregorio llega a desconocerse a sí mismo. La sociedad lo ha herido hasta tal punto que ni siquiera le deja la opción de sentirse en paz con su propia e individual condición.
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