miércoles, 30 de mayo de 2018

COSMOVISIÓN VANGUARDISTA

LAS VANGUARDIAS LITERARIAS

Videos introductorios


Teoría sobre los "ismos"

 https://www.youtube.com/watch?v=1KHaUZKHD

Pinturas surrealistas

https://www.youtube.com/watch?v=b1CdRqBgMxI

Corto "Destino" de Salvador Dalí y Walt Disney
https://www.youtube.com/watch?v=w38cerphic4


 Después de observar detenidamente los tres videos introductorios, escribir un resumen sobre el tema VANGUARDIA y una apreciación personal sobre la búsqueda artística de este movimiento (a partir de las pinturas y el corto, especialmente)

miércoles, 23 de mayo de 2018

Más apuntes para estudiar a Kafka


Louis Althusser
Ideología y aparatos ideológicos del Estado
Publicado en ALTHUSSER, Louis. Ideología y aparatos ideológicos del Estado. Freud y Lacan, Nueva Visión, Buenos Aires, 1988.

(FRAGMENTO)

Los aparatos ideológicos de Estado

Para hacer progresar la teoría del Estado es indispensable tener en cuenta no sólo la distinción entre poder de Estado y aparato de Estado, sino también otra realidad que se manifiesta junto al aparato (represivo) de Estado, pero que no se confunde con él. Llamaremos a esa realidad por su concepto: los aparatos ideológicos de Estado.
¿Qué son los aparatos ideológicos de Estado (AIE)?
No se confunden con el aparato (represivo) de Estado. Recordemos que en la teoría marxista el aparato de Estado (AE) comprende: el gobierno, la administración, el ejército, la policía, los tribunales, las prisiones, etc., que constituyen lo que llamaremos desde ahora el aparato represivo de Estado. Represivo significa que el aparato de Estado en cuestión funciona mediante la violencia", por lo menos en situaciones límite (pues la represión administrativa, por ejemplo, puede revestir formas no físicas).
Designamos con el nombre de aparatos ideológicos de Estado cierto número de realidades que se presentan al observador inmediato bajo la forma de instituciones distintas y especializadas. Proponemos una lista empírica de ellas, que exigirá naturalmente que sea examinada en detalle, puesta a prueba, rectificada y reordenada. Con todas las reservas que implica esta exigencia podemos por el momento considerar como aparatos ideológicos de Estado las instituciones siguientes (el orden en el cual los enumeramos no tiene significación especial):
AIE religiosos (el sistema de la distintas Iglesias),
AIE escolar (el sistema de las distintas "Escuelas”, públicas y privadas),
AIE familiar,
AIE jurídico,
AIE político (el sistema político del cual forman parte los distintos partidos),
AIE sindical,
AIE de información (prensa, radio, T.V., etc.),
AIE cultural (literatura, artes, deportes, etc.).
Decimos que los AIE no se confunden con el aparato (represivo) de Estado. ¿En qué consiste su diferencia?
En un primer momento podemos observar que si existe un aparato (represivo) de Estado, existe una pluralidad de aparatos ideológicos de Estado. Suponiendo que ella exista, la unidad que constituye esta pluralidad de AIE en un cuerpo no es visible inmediatamente.
En un segundo momento, podemos comprobar que mientras que el aparato (represivo) de Estado (unificado) pertenece enteramente al dominio público, la mayor parte de los aparatos ideológicos de Estado (en su aparente dispersión) provienen en cambio del dominio privado. Son privadas las Iglesias, los partidos, los sindicatos, las familias, algunas escuelas, la mayoría de los diarios, las instituciones culturales, etc., etc.
Dejemos de lado por ahora nuestra primera observación. Pero será necesario tomar en cuenta la segunda y preguntamos con qué derecho podemos considerar como aparatos ideológicos de Estado instituciones que en su mayoría no poseen carácter público sino que son simplemente privadas. Gramsci, marxista consciente, ya había previsto esta objeción. La distinción entre lo público y lo privado es una distinción interna del derecho burgués, válida en los dominios (subordinados) donde el derecho burgués ejerce sus "poderes". No alcanza al dominio del Estado, pues éste está "más allá del Derecho` el Estado, que es el Estado de la clase dominante, no es ni público ni privado; por el contrario, es la condición de
toda distinción entre público y privado. Digamos lo mismo partiendo esta vez de nuestros aparatos ideológicos de Estado. Poco importa si las instituciones que los materializan son "públicas" o "privadas"; lo que importa es su funcionamiento. Las instituciones privadas pueden “funcionar” perfectamente como aparatos ideológicos de Estado. Para demostrarlo bastaría analizar un poco más cualquiera de los AIE.
Pero vayamos a lo esencial. Hay una diferencia fundamental entre los AIE y el aparato (represivo) de Estado: el aparato represivo de Estado “funciona mediante la violencia", en tanto que los AIE funcionan mediante la ideología.
Rectificando esta distinción, podemos ser más precisos y decir que todo aparato de Estado, sea represivo o ideológico, "funciona" a la vez mediante la violencia y la ideología, pero con una diferencia muy importante que impide confundir los aparatos ideológicos de Estado con el aparato (represivo) de Estado. Consiste en que el aparato (represivo) de Estado, por su cuenta, funciona masivamente con la represión (incluso física), como forma predominante, y sólo secundariamente con la ideología. (No existen aparatos puramente represivos.) Ejemplos: el ejército y la policía utilizan también la ideología, tanto para asegurar su propia cohesión y reproducción, como por los 'Valores" que ambos proponen hacia afuera. De la misma manera, pero a la inversa, se debe decir que, por su propia cuenta, los aparatos ideológicos de Estado funcionan masivamente con la ideología como forma predominante pero utilizan secundariamente, y en situaciones límite, una represión muy atenuada, disimulada, es decir simbólica. (No existe aparato puramente ideológico.) Así la escuela y las iglesias "adiestran" con métodos apropiados (sanciones, exclusiones, selección, etc.) no sólo a sus oficiantes sino a su grey. También la familia...También el aparato ideológico de Estado cultural (la censura, por mencionar sólo una forma), etcétera.
¿Sería útil mencionar que esta determinación del doble "funcionamiento" (de modo predominante, de modo secundario) con la represión y la ideología, según se trate del aparato (represivo) de Estado o de los aparatos ideológicos de Estado, permite comprender que se tejan constantemente sutiles combinaciones explícitas o tácitas entre la acción del aparato (represivo) de Estado y la de los aparatos ideológicos del Estado? La vida diaria ofrece innumerables ejemplos que habrá que estudiar en detalle para superar esta simple observación.
Ella, sin embargo, nos encamina hacia la comprensión de lo que constituye la unidad del cuerpo, aparentemente dispar, de los AIE. Si los AIE “funcionan" masivamente con la ideología como forma predominante, lo que unifica su diversidad es ese mismo funcionamiento, en la medida en que la ideología con la que funcionan, en realidad está siempre unificada, a pesar de su diversidad y sus contradicciones, bajo la ideología dominante, que es la de “la clase dominante". Si aceptamos que, en principio, “la clase dominante" tiene el poder del Estado (en forma total o, lo más común, por medio de alianzas
de clases o de fracciones de clases) y dispone por lo tanto del aparato (represivo) de Estado, podremos admitir que la misma clase dominante sea parte activa de los aparatos ideológicos de Estado, en la medida en que, en definitiva, es la ideología dominante la que se realiza, a través de sus contradicciones, en los aparatos ideológicos de Estado. Por supuesto que es muy distinto actuar por medio de leyes y decretos en el aparato (represivo) de Estado y "actuar" por intermedio de la ideología dominante en los aparatos ideológicos de Estado. Sería necesario detallar esa diferencia que, sin embargo, no puede enmascarar la realidad de una profunda identidad. Por lo que sabemos, ninguna clase puede tener en sus manos el poder de Estado en forma duradera sin ejercer al mismo tiempo su hegemonía sobre y en los aparatos ideológicos de Estado. Ofrezco al respecto una sola prueba y ejemplo: la preocupación aguda de Lenin por revolucionar el aparato ideológico de Estado en la enseñanza (entre otros) para permitir al proletariado soviético, que se había adueñado del poder de Estado, asegurar el futuro de la dictadura del proletariado y el camino al socialismo.
Esta última observación nos pone en condiciones de comprender que los aparatos ideológicos de Estado pueden no sólo ser objeto sino también lugar de la lucha de clases, y a menudo de formas encarnizadas de lucha de clases. La clase (o la alianza de clases) en el poder no puede imponer su ley en los aparatos ideológicos de Estado tan fácilmente como en el aparato (represivo) de Estado, no sólo porque las antiguas clases dominantes pueden conservar en ellos posiciones fuertes durante mucho tiempo, sino además porque la resistencia de las clases explotadas puede encontrar el medio y la ocasión de expresarse en ellos, ya sea utilizando las contradicciones existentes, ya sea conquistando allí posiciones de combate mediante la lucha.
Puntualicemos nuestras observaciones:
Si la tesis que hemos propuesto es válida, debemos retomar, determinándola en un punto, la teoría marxista clásica del Estado. Diremos que es necesario distinguir el poder de Estado (y su posesión por ... ) por un lado, y el aparato de Estado por el otro. Pero agregaremos que el aparato de Estado comprende dos cuerpos: el de las instituciones que representan el aparato represivo de Estado por una parte, y el de las instituciones que representan el cuerpo de los aparatos ideológicos de Estado por la otra.
Pero, si esto es así, no puede dejar de plantearse, aun en el estado muy somero de nuestras indicaciones, la siguiente cuestión: ¿cuál es exactamente la medida del rol de los aparatos ideológicos de Estado? ¿Cuál puede ser el fundamento de su importancia? En otras palabras: ¿a qué corresponde la “función" de esos aparatos ideológicos de Estado, que no funcionan con la represión sino con la ideología?

Sobre la reproducción de las relaciones de producción
Podemos responder ahora a nuestra cuestión central, que hemos dejado en suspenso muchas páginas atrás: ¿cómo se asegura la reproducción de las relaciones de producción?
En lenguaje tópico (infraestructura, superestructura) diremos: está asegurada en gran parte por la superestructura jurídico-política e ideológica.
Pero dado que hemos considerado indispensable superar ese lenguaje todavía descriptivo, diremos: está asegurada, en gran parte, por el ejercicio del poder de Estado en los aparatos de Estado, por un lado el aparato (represivo) de Estado, y por el otro los aparatos ideológicos de Estado. .
Se deberá tener muy en cuenta lo dicho precedentemente y que reunirnos ahora bajo las tres características siguientes:
1) Todos los aparatos de Estado funcionan a la vez mediante la represión y la ideología, con la diferencia de que el aparato (represivo) de Estado funciona masivamente con la represión como forma predominante, en tanto que los aparatos ideológicos de Estado funcionan masivamente con la ideología como forma predominante.
2) En tanto que el aparato (represivo) de Estado constituye un todo organizado cuyos diferentes miembros están centralizados bajo una unidad de mando -la de la política de lucha de clases aplicada por los representantes políticos de las clases dominantes que tienen el poder de Estado-, los aparatos ideológicos de Estado son múltiples, distintos, "relativamente autónomos" y susceptibles de ofrecer un campo objetivo a contradicciones que, bajo formas unas veces limitadas, otras extremas, expresan los efectos de los choques entre la lucha de clases capitalista y la lucha de clases proletaria, así como sus formas subordinadas.
3) En tanto que la unidad del aparato (represivo) de Estado está asegurada por su organización centralizada y unificada bajo la dirección de representantes de las clases en el poder, que ejecutan la política de lucha de clases de las clases en el poder, la unidad entre los diferentes aparatos ideológicos de Estado está asegurada, muy a menudo en formas contradictorias, por la ideología dominante, la de la clase dominante.
Si se tienen en cuenta estas características, se puede entonces representar la reproducción de las relaciones de producción, de acuerdo con una especie de "división del trabajo", de la manera siguiente:
El rol del aparato represivo de Estado consiste esencialmente, en tanto aparato represivo, en asegurar por la fuerza (sea o no física) las condiciones políticas de reproducción de las relaciones de producción que son, en última instancia, relaciones de explotación. El aparato de Estado no solamente contribuye en gran medida a su propia reproducción (existen en el Estado capitalista dinastías de hombres políticos, dinastías de militares, etc.) sino también, y sobre todo, asegura mediante la represión (desde la fuerza física más brutal hasta las más simples ordenanzas y prohibiciones administrativas, la censura abierta o tácita, etc.) las condiciones políticas de la actuación de los aparatos ideológicos de Estado.
Ellos, en efecto, aseguran en gran parte, tras el "escudo" del aparato represivo de Estado, la reproducción misma de las relaciones de producción. Es aquí donde interviene masivamente el rol de la ideología dominante, la de la clase dominante, que tiene el poder de Estado. A través de la ideología dominante se asegura la armonía" (a veces estridente) entre el aparato represivo de Estado y los aparatos ideológicos de Estado y entre los diferentes aparatos ideológicos de Estado.
Nos vemos llevados así a encarar la hipótesis siguiente, en función de la diversidad de los aparatos ideológicos de Estado en su rol único -por ser común- de reproducir las relaciones de producción.
En efecto, hemos enumerado en las formaciones sociales capitalistas contemporáneas una cantidad relativamente elevada de aparatos ideológicos de Estado: el aparato escolar, el aparato religioso, el aparato familiar, el aparato político, el aparato sindical, el aparato de información, el aparato "cultural", etcétera.
Ahora bien, en las formaciones sociales del modo de producción "servil" (comúnmente llamado feudal) comprobamos que, aunque existe (no sólo a partir de la monarquía absoluta sino desde los primeros estados antiguos conocidos) un aparato represivo de Estado único, formalmente muy parecido al que nosotros conocemos, la cantidad de aparatos ideológicos de Estado es menor y su individualidad diferente. Comprobamos, por ejemplo, que la Iglesia (aparato ideológico de Estado religioso) en la Edad Media acumulaba numerosas funciones (en especial las escolares y culturales) hoy atribuidas a muchos aparatos ideológicos de Estado diferentes, nuevos con respecto al pasado que evocamos. Junto a la Iglesia existía el aparato ideológico de Estado familiar, que cumplía un considerable rol, no comparable con el que cumple en las formaciones sociales capitalistas. A pesar de las apariencias, la iglesia y la familia no eran los únicos aparatos ideológicos de Estado. Existía también un aparato ideológico de Estado político (los Estados Generales, el Parlamento, las distintas facciones y ligas políticas, antecesoras de los partidos políticos modernos, y todo el sistema político de comunas libres, luego de las ciudades).
Existía asimismo un poderoso aparato ideológico de Estado "pre-sindical”, si podemos arriesgar esta expresión forzosamente anacrónica (las poderosas cofradías de comerciantes, de banqueros, y también las asociaciones de compagnons ++Antiguamente, obreros pertenecientes a un mismo  gremio++, etcétera). Las ediciones y la Información también tuvieron un innegable desarrollo, as! como los espectáculos, al comienzo partes integrantes de la iglesia y luego cada vez más independientes de ella.
Ahora bien, es absolutamente evidente que en el período histórico pre-capitalista que acabamos de examinar a grandes rasgos, existía un aparato ideológico de Estado dominante, la Iglesia, que concentraba no sólo las funciones religiosas sino también las escolares y buena parte de las funciones de información y "cultura". Si toda la lucha Ideológica del siglo XVI al XVII, desde la primera ruptura de la Reforma, se concentró en la lucha anticlerical y antirreligiosa, ello no sucedió por azar sino a causa de la posición dominante del aparato ideológico de Estado religioso.
La revolución francesa tuvo ante todo por objetivo y resultado no sólo trasladar el poder de Estado de la aristocracia feudal a la burguesía capitalista-comercial, romper parcialmente el antiguo aparato represivo de Estado y reemplazarlo por uno nuevo (el ejército nacional popular, por ejemplo), sino también atacar el aparato ideológico de Estado nº 1, la iglesia. De allí la constitución civil del clero, la confiscación de los bienes de la iglesia y la creación de nuevos aparatos ideológicos de Estado para reemplazar el aparato ideológico de Estado religioso en su rol dominante.
Naturalmente, las cosas no fueron simples: lo prueba el Concordato, la restauración, y la larga lucha de clases entre la aristocracia terrateniente y la burguesía industrial durante todo el siglo XIX para imponer la hegemonía burguesa sobre las funciones desempeñadas hasta entonces por la iglesia, ante todo en la escuela. Puede decirse que la burguesía se apoyó en el nuevo aparato ideológico de Estado político, democrático-parlamentario, implantado en los primeros años de la Revolución, restaurado luego por algunos meses, después de largas y violentas luchas, en 1848, y durante decenas de años después de la caída del Segundo Imperio, para dirigir la lucha contra la iglesia y apoderarse de sus funciones ideológicas, en resumen, para asegurar no sólo su hegemonía política sino también la hegemonía ideológica indispensable para la reproducción de las relaciones capitalistas de producción.
Por esto nos creemos autorizados para ofrecer la tesis siguiente, con todos los riesgos que implica. Pensamos que el aparato ideológico de Estado que ha sido colocado en posición dominante en las formaciones capitalistas maduras, como resultado de una violenta lucha de clase política e ideológica contra el antiguo aparato ideológico de Estado dominante, es el aparato ideológico escolar.
Esta tesis puede parecer paradójica, si es cierto que cualquier persona acepta -dada la representación ideológica que la burguesía quería darse a sí misma y dar a las clases que explota- que el aparato ideológico de Estado dominante en las formaciones sociales capitalistas no es la escuela sino el aparato de Estado político, es decir, el régimen de democracia parlamentaria combinado del sufragio universal y las luchas partidarias.
No obstante, la historia, incluso la historia reciente, demuestra que la burguesía pudo y puede adaptarse perfectamente a aparatos ideológicos de Estado políticos distintos de la democracia parlamentaria: el Primer y Segundo Imperio, la Monarquía Constitucional (Luis XVIII, Carlos X), la Monarquía parlamentaria (Luis Felipe), la democracia presidencial (de Gaulle), por hablar sólo de Francia. En Inglaterra las cosas son todavía más evidentes. La revolución fue allí particularmente lograda desde el punto de vista burgués ya que, contrariamente a lo ocurrido en Francia -donde la burguesía, a causa de la necedad de la pequeña nobleza, tuvo que aceptar su elevación al poder por intermedio de 'Jornadas revolucionarias" plebeyas y campesinas, que le costaron terriblemente caras-, la burguesía inglesa pudo llegar a un acuerdo" con la aristocracia y "compartir" con ella el poder de Estado y el uso del aparato de Estado durante mucho tiempo (¡paz entre todos los hombres de buena voluntad de las clases dominantes!).
En Alemania las cosas son aún más asombrosas, pues la burguesía imperialista hizo su estruendosa entrada en la historia (antes de "atravesar” la República de Weimar y entregarse al nazismo), bajo un aparato ideológico de Estado político en el que los junkers imperiales (Bismark es el símbolo), su. ejército y su policía le servían de escudo y de equipo dirigente.
Por eso creemos tener buenas razones para pensar que detrás del funcionamiento de su aparato ideológico de Estado político, que ocupaba el primer plano, lo que la burguesía pone en marcha como aparato ideológico de Estado nº 1, y por lo tanto dominante, es el aparato escolar que reemplazó en sus funciones al antiguo aparato ideológico de Estado dominante, es decir, la Iglesia. Se podría agregar: la pareja Escuela-Familia ha reemplazado a la pareja Iglesia-Farnilia.
¿Por qué el aparato escolar es realmente el aparato ideológico de Estado dominante en las formaciones sociales capitalistas y cómo funciona?
Por ahora nos limitaremos a decir que:
1) Todos los aparatos ideológicos de Estado, sean cuales fueren, concurren al mismo resultado: la reproducción de las relaciones de producción, es decir, las relaciones capitalistas de explotación.
2) Cada uno de ellos concurre a ese resultado único de la manera que le es propia: el aparato político sometiendo a los individuos a la ideología política de Estado, la ideología "democrática", "indirecta" (parlamentaria) o "directa" (plebiscitaria o fascista); el aparato de información atiborrando a todos los "ciudadanos" mediante la prensa, la radio, la televisión, con dosis diarias de nacionalismo, chauvinismo, liberalismo, moralismo, etcétera. Lo mismo sucede con el aparato cultural (el rol de los deportes es de primer orden en el chauvinismo), etcétera: el aparato religioso recordando en los sermones y en otras grandes ceremonias de nacimiento, casamiento, o muerte que el hombre sólo es polvo, salvo que sepa amar a sus hermanos hasta el punto de ofrecer su otra mejilla a quien le abofeteó la primera. El aparato familiar.... no insistimos más.
3) Este concierto está dominado por una partitura única, ocasionalmente perturbada por contradicciones, las de restos de las antiguas clases dominantes, las de proletarios y sus organizaciones: la partitura de la ideología de la clase actualmente dominante que integra en su música los grandes temas del humanismo de los ilustres antepasados que, antes del cristianismo, hicieron el milagro griego y después la grandeza de Roma, la ciudad eterna, y los temas del interés, particular y general, etc., nacionalismo, moralismo y economicismo.
4) No obstante, un aparato ideológico de Estado cumple muy bien el rol dominante de ese concierto, aunque no se presten oídos a su música: ¡tan silenciosa es! Se trata de la Escuela. Toma a su cargo a los niños de todas las clases sociales desde el jardín de infantes, y desde el jardín de infantes les inculca -con nuevos y viejos métodos, durante muchos años, precisamente aquellos en los que el niño, atrapado entre el aparato de Estado-familia y el aparato de Estado-escuela, es más vulnerable- "habilidades" recubiertas por la ideología dominante (el idioma, el cálculo, la historia natural, las ciencias, la literatura) o, más directamente, la ideología dominante en estado puro (moral, instrucción cívica, filosofía).
Hacia el sexto año, una gran masa de niños cae "en la producción”: son los obreros o los pequeños campesinos. Otra parte de la juventud escolarizable continúa: bien que mal se encamina y termina por cubrir puestos de pequeños y medianos cuadros, empleados, funcionarios pequeños y medianos, pequeño-burgueses de todo tipo.
Una última parte llega a la meta, ya sea para caer en la semi desocupación intelectual, ya para proporcionar, además de los "intelectuales del trabajador colectivo", los agentes de la explotación (capitalistas, empresarios), los agentes de la represión (militares, policías, políticos, administradores, etc.) y los profesionales de la ideología (sacerdotes de todo tipo, la mayoría de los cuales son “laicos" convencidos).
Cada grupo está prácticamente provisto de la ideología que conviene al rol que debe cumplir en la sociedad de clases: rol de explotado (con "conciencia profesional", "moral", "cívica", "nacional" y apolítica altamente "desarrollada"), rol de agente de la explotación (saber mandar y hablar a los obreros: las "relaciones humanas"): de agentes de la represión (saber mandar y hacerse obedecer "sin discutir" o saber manejar la demagogia de la retórica de los dirigentes políticos), o de profesionales de la ideología que saben tratar a las conciencias con el respeto, es decir el desprecio, el chantaje, la demagogia convenientes adaptados a los acentos de la Moral, la Virtud, la "Trascendencia", la Nación, el rol de Francia en el Mundo, etcétera.
Por supuesto, muchas de esas virtudes contrastadas (modestia, resignación, sumisión por una parte, y por otra cinismo, desprecio, altivez, seguridad, grandeza, incluso bien decir y habilidad) se enseñan también en la familia, la iglesia, el ejército, en los buenos libros, en los filmes, y hasta en los estadios.
Pero ningún aparato ideológico de Estado dispone durante tantos años de la audiencia obligatoria (y, por si fuera poco, gratuita …) 5 a 6 días sobre 7 a razón de 8 horas diarias, de formación social capitalista.
Ahora bien, con el aprendizaje de algunas habilidades recubiertas en la inculcación masiva de la ideología de la clase dominante, se reproduce gran parte de las relaciones de producción de una formación social capitalista, es decir, las relaciones de explotados a explotadores y de explotadores a explotados.
Naturalmente, los mecanismos que producen este resultado vital para el régimen capitalista están recubiertos y disimulados por una ideología de la escuela universalmente reinante, pues ésta es una de las formas esenciales de la ideología burguesa dominante: una ideología que representa a la escuela como un medio neutro, desprovisto de ideología (puesto que es ...laico), en el que maestros respetuosos de la "conciencia” y la libertad de los niños que les son confiados (con toda confianza) por sus "padres” (que también son libres, es decir, propietarios de sus hijos), los encaminan hacia la libertad, la moralidad y la responsabilidad de adultos mediante su propio ejemplo, los conocimientos, la literatura y sus virtudes “liberadoras”.
Pido perdón por esto a los maestros que, en condiciones espantosas, intentan volver contra la ideología, contra el sistema y contra las prácticas de que son prisioneros, las pocas armas que pueden hallar en la historia y el saber que ellos "enseñan”. Son una especie de héroes. Pero no abundan, y muchos (la mayoría) no tienen siquiera la más remota sospecha del "trabajo" que el sistema (que los rebasa y aplasta) les obliga a realizar y, peor aún, ponen todo su empeño e ingenio para cumplir con la última directiva (¡los famosos métodos nuevos!). Están tan lejos de imaginárselo que contribuyen con su devoción a mantener y alimentar esta representación ideológica de la escuela, que la hace tan "natural" e indispensable, y hasta bienhechora, a los ojos de nuestros contemporáneos como la iglesia era "natural”, indispensable y generosa para nuestros antepasados hace algunos siglos.
En realidad, la iglesia es reemplazada hoy por la escuela en su rol de aparato ideológico de Estado dominante. Está combinada con la familia, como antes lo estuvo la iglesia. Se puede afirmar entonces que la crisis, de una profundidad sin precedentes, que en el mundo sacude el sistema escolar en tantos Estados, a menudo paralela a la crisis que conmueve al sistema familiar (ya anunciada en el Manifiesto), tiene un sentido político si se considera que la escuela (y la pareja escuela-familia) constituye el aparato ideológico de Estado dominante. Aparato que desempeña un rol determinante en la reproducción de las relaciones de producción de un modo de producción amenazado en su existencia por la lucha de clases mundial.





Carta al padre

de Franz Kafka
(FRAGMENTOS)
[Schelesen (Bohemia), noviembre de 1919].
Querido padre:
"Me preguntaste una vez por qué afirmaba yo que te tengo miedo. Como de costumbre, no supe qué contestar, en parte, justamente por el miedo que te tengo, y en parte porque en los fundamentos de ese miedo entran demasiados detalles como para que pueda mantenerlos reunidos en el curso de una conversación. Y, aunque intente ahora contestarte por escrito, mi respuesta será, no obstante, muy incomprensible, porque también al escribir el miedo y sus consecuencias me inhiben ante ti, y porque la magnitud del tema excede mi memoria y mi entendimiento.”
"Para ti, el asunto fue siempre muy sencillo, por lo menos por lo que hablabas al respecto en mi presencia y también, sin discriminación, en la de muchos otros. Creías que era, más o menos, así: durante tu vida entera trabajaste duramente, sacrificando todo a tus hijos, en especial a mí. Por lo tanto, yo he vivido cómodamente, he tenido absoluta libertad para estudiar lo que se me dio la gana, no he tenido que preocuparme por el sustento, por nada, por lo tanto, y en cambio de eso, tú no pedías gratitud (tú conoces como agradecen los hijos) pero esperabas por lo menos algún acercamiento, alguna señal de simpatía; por el contrario, yo siempre me he apartado de ti, metido en mi cuarto, con mis libros, con amigos insensatos, con mis ideas descabelladas; jamás hablé francamente contigo, en el templo jamás me acerqué a ti, en Franzenbad no fui jamás a visitarte, tampoco he conocido el sentimiento de familia, ni me ocupé del negocio ni de tus otros asuntos, te endosé la fábrica y te abandoné luego, apoyé a Ottla en su terquedad, y mientras que por ti no muevo ni un dedo (si ni siquiera te traigo una entrada para el teatro), no hay cosa que no haga por mis amigos. Si haces un resumen de tu juicio sobre mí, surge que no me reprochas nada que sea en realidad indecente o perverso (excepto, tal vez, mi reciente proyecto de matrimonio), sino mi frialdad, mi alejamiento, mi ingratitud.  Y me lo echas en cara como si fuese culpa mía, como si mediante un golpe de timón hubiese podido, dar a todo esto un curso distinto, en tanto tú no tienes la menor culpa, salvo tal vez la de haber sido excesivamente bueno conmigo.”
"Esta consabida interpretación tuya me parece correcta sólo en lo que se refiere a tu falta de culpa en cuanto a nuestro distanciamiento. Pero también estoy yo igualmente exento de culpa. Si pudiera conseguir que reconocieras esto, entonces sería posible, no digo una vida nueva -para ello los dos somos ya demasiados viejos-, pero sí una especie de paz, no un cese, pero sí un atenuamiento de tus incesantes reproches.”
"Es extraño, pero tú tienes un presentimiento de lo que quiero decirte. Así por ejemplo, me dijiste hace poco: "Yo siempre te he querido, aunque no como ellos". Ahora bien, padre: yo en verdad nunca  dudé de tu bondad para conmigo pero no me parece que tu observación sea exacta. Tú no sabes fingir, eso es cierto, pero si pretendes, sólo por esa razón, afirmar que los otros padres fingen, se trata, o bien de simple terquedad, imposible de discutir, o bien de una expresión encubierta de que hay algo que no anda bien entre nosotros, y que tú contribuyes a causar, aunque sin culpa. Si realmente es ésa tu opinión, estamos de acuerdo.
No digo, por supuesto, que he llegado a ser lo que soy sólo por tu influencia. Eso sería muy exagerado (y bien que me siento atraído hacia tal exageración) Es muy posible que, aun si hubiese estado totalmente libre de tu influencia durante mi desarrollo, no hubiera podido llegar a ser tampoco la clase de persona que tú quieres.”
(…)
"Yo era un niño tímido, pero seguramente también terco, como deben ser los niños; sin duda mi madre me mimaba también, pero no puedo creer que fuera tan difícil tratarme que una palabra cariñosa, un silencioso asirme de la mano, una mirada dulce no hubieran podido obtener de mí lo que quisieran. En el fondo, eres un hombre bueno y afable (esto no está en contradicción con lo que sigue, ya que solamente hablo de la apariencia con que influías sobre mí, cuando era niño), pero no todos los niños tienen la perseverancia y la intrepidez suficientes como para buscar mucho tiempo hasta llegar a la bondad.
Tú sólo puedes tratar a un niño de la misma manera con que estás hecho, con fuerza, ruido e iracundia, y esto te parecía además muy adecuado para el caso, porque querías hacer de mí un muchacho fuerte y valeroso.”
"Por cierto, no puedo describir ahora concretamente tus recursos educativos de los primeros años, pero bien puedo imaginármelos infiriéndolos de los años siguientes y de tu manera de tratar a Félix. Y debe considerarse que todo se acentuaba en aquel entonces, porque eras más joven, y en consecuencia más espontáneo, más fogoso, más primitivo, más despreocupado que hoy y que, además, te hallabas por completo absorbido por el negocio; que yo te veía apenas una vez en el día, y por lo tanto, la impresión que me causabas era más honda aún, y nunca llegó a disminuir con la costumbre.”
"Sólo recuerdo con claridad un suceso de los primeros años. Quizá tú también lo recuerdes. Una noche, yo, lloraba sin cesar pidiendo que me trajeran agua, no sin duda porque tuviera sed sino probablemente en parte para fastidiar y en parte para entretenerme. Como algunas amenazas violentas no habían producido efecto, me sacaste de la cama, me llevaste al balcón y me dejaste allí un rato, en camisa, solo ante la puerta cerrada. No pretenderé decir que eso estaba mal, puede ser que en ese momento no hubiese otra forma de conseguir el  descanso nocturno, pero quiero caracterizar con ello tus métodos educativos y su efecto sobre mí. Sin duda, esa vez fui obediente, pero había sufrido un daño interior. Nunca pude establecer, de acuerdo con mi naturaleza, la relación correcta entre lo lógico, para mí, de aquel absurdo pedir agua con lo extraordinariamente terrible de verme llevado afuera. Todavía años más tarde me perseguía la visión aterradora de ese hombre gigantesco, mi padre, esa última instancia, que podía, casi sin motivo, venir de noche a sacarme de la cama y llevarme al balcón, a tal punto yo no era nada para él.”
"Aquello fue entonces solamente un breve comienzo, pero esa sensación de nulidad que con frecuencia me domina (en otro sentido, sin duda, también una sensación noble y fértil), se debe en gran parte a tu influencia. Me hubiese sido necesario un poco de estímulo, un poco de cordialidad que me allanara ligeramente el camino; en cambio, tú me cerrabas el paso, indudablemente con la buena intención de desviarme hacia otro. Pero yo no servía para eso. Tú, por ejemplo, me alentabas cuando hacía bien el saludo militar, el paso de marcha, pero yo no era un futuro soldado, o me estimulabas cuando podía comer mucho y aún tomar cerveza, o cuando lograba repetir canciones incomprensibles o repetir tus frases usuales, pero nada de eso pertenecía a mi porvenir. Y resulta demostrativo que aún hoy sólo me estimes en algo cuando te cabe participar en la emoción, cuando hiero tu egocentrismo (por ejemplo, con mi intención de casarme) o cuando alguien hiere en mí tu egocentrismo, (por ejemplo, cuando Pepa me insulta).
Entonces se me anima, se me recuerda mi valer, se me señalan los partidos a que tengo derecho, y se condena a Pepa definitivamente. Pero, aparte de ser a mi edad ya casi insensible a los estímulos, ¿de qué me sirven si sólo aparecen allí donde ya no se trata en primer lugar de mí?”
"En aquel entonces, y sólo en aquel entonces, me hubiera sido necesario el estímulo. Si tu sola presencia física ya me aplastaba...
Recuerdo, por ejemplo, cuando nos desvestíamos juntos en una casilla. Yo flaco, débil, enjuto; tú, fuerte, grande, ancho. Ya en la casilla me sentía miserable, y no sólo frente a ti, sino ante el mundo entero, porque tú eras para mí la medida de todas las cosas. Pero después salíamos de la Casilla e íbamos entre la gente, yo tomado de tu mano, esqueleto pequeño, vacilante, descalzo sobre las tablas, temeroso del agua, incapaz de imitar tus movimientos para nadar que, con la mejor intención, pero en realidad para mi vergüenza profunda, tú repetías constantemente para enseñarme. Yo me sentía entonces completamente desesperado, y todas mis experiencias desalentadoras en otros terrenos coincidían a la perfección en ese momento. Me sentía mejor cuando te desvestías primero y me quedaba solo en la casilla, postergando la vergüenza de la presentación en público hasta que, finalmente, venías a buscarme y me sacabas de allí. Yo te estaba agradecido porque no parecías advertir mi angustia y también estaba orgulloso por el cuerpo de mi padre. Por lo demás, esta diferencia subsiste todavía hoy entre nosotros.”
(…)
“Por esa razón el mundo quedó para mí dividido en tres partes: una donde vivía yo, el esclavo, bajo leyes inventadas exclusivamente para mí, y a las que, además, no sabía por qué, no podía adaptarme por entero; luego, un segundo mundo, infinitamente distinto del mío, en el que vivías tú, ocupado en gobernar, impartir órdenes y enfadarte por su incumplimiento; y, finalmente, un tercer mundo donde vivía la demás gente, feliz y libre de órdenes y de obediencia. Yo me hallaba siempre en una vergonzosa situación: o bien obedeciendo tus órdenes, lo cual implicaba una afrenta, ya que sólo tenían vigencia para mí, o bien adoptando una actitud obstinada, lo que también era ignominioso, ya que era imposible mantenerse obstinado frente a ti, o bien no podía obedecerte porque no poseía, simplemente, ni tu fuerza, ni tu apetito, ni tu habilidad, a pesar de que tu exigías eso como algo que se da por sobreentendido; y ésta era sin duda la vergüenza mayor. Así se movían, no las reflexiones, sino los sentimientos del niño.”
(…)

"La imposibilidad de una relación apacible tuvo otra consecuencia más, sin duda natural: perdí la costumbre de hablar. De cualquier manera, nunca seguramente hubiera llegado a ser un gran orador, pero hubiese dominado el lenguaje humano con fluencia normal. Pero desde muy temprano tú me prohibiste la palabra; tu amenaza: "¡ni una palabra de protesta!" y la mano levantada al mismo tiempo, me acompañan desde siempre. Adquirí una manera entrecortada, tartamudeante de hablar en tu presencia (cuando se trata de tus asuntos, tú eres un excelente orador), y aún eso era demasiado para ti, de manera que finalmente me quedé callado, al principio, tal vez por terquedad y más tarde porque en tu presencia no podía ni pensar ni hablar. Y como tú eras mí un verdadero maestro, todo esto influyó para siempre sobre mi vida en general. Cometes un gran error si crees que nunca me he sometido a ti. Mi actitud hacia ti nunca ha sido realmente "siempre todo en contra", tal como supones y me lo echas en cara. Al contrario: si te hubiese obedecido menos, estarías sin duda más contento de mí. Más bien, todas tus normas educativas fueron certeras; no eludí detalle alguno: tal como soy represento (con exclusión, naturalmente, de los fundamentos e influencia de la vida) los resultados de tu educación y mi obediencia.
Si estos resultados te parecen no obstante penosos, y aún te niegas inconscientemente a admitirlos como producto de tu educación, se debe justamente al hecho de que tu mano y mi materia hayan sido tan extraños la una para la otra. Decías: "¡Ni una palabra de protesta!", y con ello querías acallar en mí las fuerzas contrarias que te eran desagradables, pero esa influencia era demasiado fuerte para mí, yo era demasiado obediente, callé por completo, me escondí de ti, y sólo me atreví a moverme cuando estuve tan lejos de ti que tu poder, al menos directamente, ya no me alcanzaba. Pero estabas allí, y todo te parecía otra vez "contrario", en tanto no era en realidad sino la consecuencia lógica de mi debilidad y de tu fuerza.”
(…)
"Es verdad que mi madre fue infinitamente buena conmigo, pero aún esto se hallaba, a mi modo de ver, referido a ti: en relación nada buena por lo tanto. Mi madre, sin saberlo, desempeñaba el papel del batidor en una cacería. Si bien la educación que me diste, en alguna circunstancia improbable, hubiera podido incitarme a adoptar una actitud de terquedad, aversión o hasta odio, ella intercedía con su bondad, con su palabra sensata (en la confusión de mi infancia ella era para mí el arquetipo de la sensatez), devolviéndome el equilibrio, pero también empujándome de nuevo hacia tu círculo, del cual, de otra manera, quizá me hubiera evadido, para bien de ambos. O bien la situación se presentaba de manera tal que no se producía una reconciliación verdadera; mi madre sólo me protegía, en secreto, de ti, me daba algo en secreto. Y entonces yo volvía a ser otra vez el ser que huye de la luz, el estafador, el culpable consciente, el cual, debido a su nulidad, debía alcanzar por caminos tortuosos aquello a que creía tener derecho.
Naturalmente, me acostumbré también a alcanzar por esos caminos aquello a lo que, aún en mi opinión, no tenía derecho alguno. Y esto implicaba un nuevo aumento de mi sentimiento de culpa.”
(…)
"Con mayor acierto dirigías tu aversión contra mi escribir y contra todo aquello que, desconocido para ti, se relacionaba con esa actividad. Realmente, en ella me había independizado y alejado un buen trecho de ti, aun cuando la situación recuerde la de un gusano que, aplastado por un pie en su parte trasera, avanza con la parte anterior y  se arrastra hacia un costado. Me sentía en cierto modo a salvo, podía respirar; la aversión que por supuesto sentías por mis escritos me resultaba, por excepción, sumamente grata. Si bien mi vanidad y mi amor propio sufrían con ese saludo, ya famoso entre nosotros, con que recibías mis libros: "¡Déjalo sobre la mesa de luz!" (casi siempre estabas jugando a los naipes cuando llegaba mi libro), en el fondo eso me agradaba, no sólo por mi maldad no saciada todavía, no sólo por el placer de esa nueva confirmación de mi concepto acerca de nuestras relaciones, sino antes que nada porque aquella fórmula me sonaba como si dijeras: "¡Ahora eres libre!" Naturalmente, se trataba de un engaño, yo no era libre, o bien, en el caso más favorable, aún no lo era.
Mis escritos trataban de ti: en ellos quedaban consignadas las quejas que yo no podía presentarte a ti, en persona. Era una despedida de ti, que yo dilataba intencionadamente, y a la cual tú me forzabas, pero que tomaba un camino elegido por mí. Pero, ¡qué ínfimo era todo eso! En verdad, sólo vale la pena mencionarlo porque ocurrió en mi vida y ejerció su dominio sobre ella (de otro modo, ni siquiera sería perceptible), en mi niñez como presentimiento, más tarde como esperanza, y más tarde todavía, como desesperación, dictándome (si se quiere, adquiriendo no obstante nuevamente tu forma) mis escasas e ínfimas decisiones.”








martes, 22 de mayo de 2018

Apuntes de LA METAMORFOSIS de Franz Kafka



LA LITERATURA DE KAFKA 



Kafka gustaba de las palabras sencillas, nada grandilocuentes y se expresaba por medio de imágenes.  Hasta sus manifestaciones más abstractas, como las aforísticas, revisten esta cualidad.  Es un poeta en el más estricto sentido del término.  Prioriza la expresión frente a las ideas y alude más de lo que muestra. Su obra no ofrece mensajes, evade el didactismo y acepta múltiples interpretaciones;  jamás obliga a una.
                Muchas veces inconclusos, sus relatos no “progresan”.  Los conflictos quedan pendientes y los personajes no evolucionan psicológicamente.  Gregorio Samsa involuciona en sus facultades psíquicas humanas pero mientras puede razonar sigue siendo un empleado de comercio, puntual y responsable.
                El estilo de Kafka es en cierta manera clásico;  a veces no exento de frialdad.  De un modo muy peculiar, suele objetivar los sentimientos analíticamente.  No pertenece a ningún movimiento literario de su época aunque se acerca al expresionismo, en cuanto manifestación más cercana al sueño y a la imaginación que al mundo exterior. 
Bajo diferentes máscaras y situaciones, Kafka proyecta su propio yo.  Sus personajes carecen de rasgos individualizantes.  Apenas descriptos físicamente, o nada en absoluto, representan simples centros de imputación de normas ajenas y superiores a ellos.  Padecen el mundo, no lo crean y menos lo comprenden.  Rebeldes o resignados, bajo apariencia humana o animal están predestinados a ser acosados y morir,  corporal o espiritualmente.  El paisaje aparece en función de ellos, tan caótico e incomprensible como sus existencias.  Galerías, prisiones o tribunales enmarcan la asfixia de sus conciencias degradadas.
Casi toda la obra de Kafka procede de la introspección.  Desarraigada, sin una exacta ubicación de tiempo ni espacio, universal, alegórica, por momentos parece una pesadilla materializada.  El detalle se agranda, lo esencial huye.  Como acertadamente afirma Lancelotti: “Con Kafka, se cumple el tránsito del misterio a lo absurdo”.
Símbolo sin clave o alegoría de la nada, la obra de Kafka no puede reducirse a conceptos generales.


 LA METAMORFOSIS

ANTECEDENTES

                Uno de ellos lo encontramos ya en el sentimiento de “parásito” plasmado en la “Carta al padre”.  También la primera versión del relato “Preparativos de boda en el campo” decía: “Cuando estoy en la cama me parece tener la silueta de un coleóptero, sí.  Y luego me las arreglo para hacer creer que se trata de un sueño invernal y aprieto mis patitas contra mi vientre inflamado”.  Cuando el padre de Kafka quería subestimar a alguien lo comparaba con insectos. 
El sentido peyorativo de la palabra insecto caló hondo en Kafka.  El domingo 17 de noviembre de 1912, apenas despierto, ya rondaba en su cabeza la primera famosa oración de su relato.  La elaboración de su obra le llevó veinte días, intercalada con la redacción de “América” y varias cartas a Felice.  Esto habla de la inspiración de aquellos días dedicados a la literatura.

EL GÉNERO

                “La metamorfosis” ha dado lugar a tantas y tan disímiles interpretaciones que ni siquiera se puede afirmar con certeza el género al que pertenece.  Teniendo en cuenta que todos los elementos narrativos cooperan con un argumento único, unificador y dependiente de un hecho ya ocurrido (la metamorfosis) se puede definir este relato como cuento.  Esto no invalida el aporte de otros enfoques como el de Haymann:  “Kafka está haciendo una alegoría de la relación con la familia, a partir de su sentimiento de que es una decepción, un fardo”.  Desde el punto de vista psicológico, tan frecuentado por los críticos, “La metamorfosis” recrea la situación familiar de Kafka.  El poco comprensivo padre de Gregorio encubriría a Hermann Kafka, la madre a July Löwy y la hermana a Ottla.  Sin dejar de reconocer lo atinado de la analogía, tal postura no agota las posibles interpretaciones.  Y evade la cuestión fundamental;  el valor poético de la narración kafkiana.  Dada la teatralidad general del relato y su desarrollo que despierta compasión y rechazo a la vez, no parece aventurado catalogarlo de “tragedia de la soledad”.
“La revelación de “La metamorfosis” no está ligada al fenómeno mágico descripto con ese nombre” – fundamenta Marthe Robert – sino a la realidad de una soledad en parte deseada (la metamorfosis es el resultado de un deseo)  en parte impuesta desde el exterior (por la maldición de la familia) que mutila al ser espiritual del héroe y finalmente lo mata”.  Aquí no hay dioses que condenen pero sí una fatalidad radical, una desgracia irreversible que conduce a la soledad y a la muerte.  De acuerdo con esta visión, la peripecia;  el suceso que cambia el desarrollo de los acontecimientos;  se ubicaría al comienzo de la obra.  También se ha visto a “La metamorfosis” como una gigantesca parábola y una novela corta. 
  
TEMAS

                Prácticamente, todos los temas de la narrativa kafkiana aparecen en el relato.  La incomunicación y la soledad, la autoridad y el zoomorfismo, la triplicación de personajes y la alineación conviven en estrecho contacto.  A ellos hay que agregar un tema específico de este cuento: la identidad.
                El tópico de la identidad, característico de nuestro siglo, empalma con el de la alineación, su contrafigura predilecta.  La naturaleza dual de Gregorio (conciencia humana en cuerpo animal) evoca la personalidad fragmentada del hombre contemporáneo.  La mecanización creciente y la obsesión productiva hacen que el individuo no sea él mismo.  Lo deshumanizan, lo degradan, lo “gregorizan” sin pausa, Kafka no propone un modelo sustitutivo pero muestra la pérdida de identidad.  El clímax de este proceso se alcanza cuando la hermana acepta la monstruosidad del insecto, poco antes de su muerte.  El padre asiente y la madre calla.  Se perfecciona de este modo la alineación del protagonista.



¿CUÁNDO COMIENZA LA METAMORFOSIS?

                El episodio central que desencadena los sucesos restantes ocurre al comienzo de la obra.  De improviso nos hallamos ante el absurdo.  Gregorio Samsa se encuentra convertido en “monstruo insecto” después de un sueño agitado” y a partir de allí, nuestra complicidad de lectores crea también la obra.  Al igual que en “El proceso” esa zona fronteriza entre el sueño y la vigilia esconde la quiebra del realismo.  La figura parece surgir del inconsciente y aunque se aclara de inmediato: “No.  No era un sueño”, la vigilia se trasforma en pesadilla;  segunda y extraña metamorfosis.
                El juego de espejos, sin embargo, no se detiene allí.  Cuando se recupera anafóricamente el pasado de Gregorio y nos enteramos por la madre de su grado de alineación y soledad:  “El muchacho no tiene en la cabeza otra cosa que la tienda.  Hasta ya casi me fastidia que nunca salga de noche...  Se sienta con nosotros a la mesa y lee tranquilamente el diario o estudia itinerarios”;  cuando el propio viajante piensa: “...uno y otro día de viaje...  La agitación es mucho mayor cuando se trabaja afuera que cuando se trabaja en la misma casa, y además esta plaga de viajes que me ha sido impuesta, más la preocupación por la combinación de los trenes, la comida mala e irregular;  las relaciones humanas, siempre cambiando, nada duran y jamás llegan a ser cordiales”: cuando captamos a Gregorio aislado del mundo y de la familia;  una vez que percibimos su incomunicación esencial se revela un fenómeno nítido.  ¡La metamorfosis empieza mucho antes del comienzo de la narración!  En vísperas de su transformación física, Gregorio ya es un extraño para la sociedad y para su familia.
                La metamorfosis no representa más que la última etapa de un proceso gradual de deshumanización, su fase adulta y objetiva.  De este ciclo ignoramos ciertamente la gestación pero conoceremos el desenlace: la muerte del protagonista.
                “La metamorfosis” plantea un tipo de narrador omnisciente, que capta tanto el interior de los personajes “lo que ocurre dentro de ellos”, como lo exterior.  La exposición de los hechos es directa;  sin intermediarios;  y estrictamente objetiva.  El mundo de pesadilla, fantasmagórico encierra detalles realistas que agudizan el extrañamiento.  La descripción minuciosa del cuarto de Gregorio, por ejemplo, oficia de retardo al asedio de la acción.
                Las primeras reacciones del protagonista son de sorpresa, de incredulidad:  “¿Qué pasaría – pensó – si durmiese aún otro poco y me olvidara de estas extravagancias?”  En realidad, a lo largo del relato Gregorio nunca acepta explícitamente su transformación;  a lo sumo se refiere a su “situación actual”, se resigna a ella y jamás se horroriza.  Siempre piensa como un ser humano.  Su máxima preocupación inicial consiste en su tardanza en llegar al trabajo y no en afrontar su monstruosidad.  Menos se preocupará, por supuesto, en superarla.
                Con la metamorfosis se produce una inversión de gustos y funciones.  Antes del cambio, Gregorio solía dormir sobre el lado derecho;  ahora no puede adoptar esa postura.  La leche deja de ser su bebida predilecta para ceder su lugar al queso y las legumbres podridas.  La degradación en sus gustos metaforiza su decadencia vital.
                A medida que transcurre la obra escasearán cada vez más los monólogos interiores, Gregorio pierde el apetito y el interés por las cosas.  Su única cualidad inalterada es el cariño por la familia, reiteradamente expresado.
                La interpolación de sucesos precedentes al relato cumple una doble  función:  crea expectativa respecto a lo que ocurra al insecto e informa sobre su vida pasada.  Gracias a ese procedimiento conocemos la soledad antigua de Gregorio.  Se sabe que buscaba su soledad (no salía de noche porque no quería) y la padecía (la plaga de viajes le había sido impuesta).  Trabaja para pagar una deuda contraída por sus padres y calculaba que lo lograría en cinco o seis años.  La asfixia económica también comporta alienación.  La distancia entre el sueño de liberarse de la deuda y su nueva realidad provoca angustia.  Igual ocurre con la marcha del reloj, inexorable heraldo de la llegada tarde e inútil en el mundo del insecto.(...)


Valoración formal y semántica

                Desde el punto de vista formal, la abundancia de adverbios de negación y expresiones de relatividad fundamentan los correspondientes contenidos y caracterizan la prosa kafkiana: “no”, “jamás”, “nunca”, “casi”, “apenas”, “poco”, “acaso”, se suceden continuamente.  El modo condicional y las interrogaciones  plantean hipótesis que casi nunca se llevan a cabo.
                La exacta adjetivación forma muchas veces una unidad con el sutantivo, cuando no crea un ámbito simbólico.  Por ejemplo, el “suelo inmaculado” de la sala contrasta con “los restos de comida adheridos al lomo y a los costados” de Gregorio.  Ya nos referimos a los símiles utilizados en la escena del encargado.
                También importan las metáforas.  Gregorio es asimilado a un “enfermo grave”, “un extraño”,  “un viejo inválido”.  Ya muerto, la sirvienta se refiere a él como un “cachivache”.  Cada imagen comporta una degradación mayor.
                El estudio formal de Kafka, menospreciado por muchos críticos, constituye el substrato imprescindible para remontarse a los símbolos.
Para Kafka nada hay más fantástico que lo cotidiano.  “Las caras de todos los días desfilan ante uno como un misterioso ejército de insectos”.  La deformación encubre la esencia misma de lo real.  Sólo el acostumbramiento impide ver, de modo que los factores de extrañeza de “La metamorfosis” muestran la realidad.
                Parábola de la familia de Kafka, de la alienación, de la disgregación del hombre contemporáneo o de la ausencia de Dios, cada interpretación enriquece el relato, no lo explica.  La integración de símbolos deviene en alegoría, de diferente signo según el exégeta.

(Extraído de un estudio sobre “La metamorfosis” de Lauro Marauda)





Algunas consideraciones críticas sobre Kafka y La Metamorfosis
Dr. Luis Quintana Tejera
Universidad Autónoma del Estado de México 

El despertar de Gregorio Samsa
                En la acción de La metamorfosis no hay ningún tipo de introducción. El aspecto fundamental de la anécdota aparece ante nosotros en las primeras palabras del narrador:
Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto.
                Algo ha sucedido en esa noche y Gregorio se encuentra de pronto con la horrible transformación. Es el despertar que nos ubica en la toma de conciencia ante una realidad. La noche anterior representa la vida del personaje que se caracterizó por el sometimiento y el cumplimiento servil de las órdenes de quienes ejercían sobre él un poder ilimitado.
                Es la historia del hombre contemporáneo con toda la carga de amargura y desazón que deriva del hecho lamentable de no ser considerado como un ser humano sino tan solo como un objeto.
                Comienza así el planteamiento de la relación existente entre su condición de objeto y su situación como sujeto. Gregorio ha sido, hasta este momento, un objeto útil; por esto la alegoría del insecto nos permite observar el inmenso grado de soledad en que se encuentra el joven Samsa. Además, el mencionado animal representa -en el plano de la alegoría-, la incomunicación frente al mundo exterior.
                El sueño ha sido intranquilo, primordialmente por dos razones: 1. porque durante esa noche figurada se iba gestando, poco a poco, la metamorfosis; 2. porque Gregorio iba perdiendo, gradualmente, confianza en sí mismo, al mismo tiempo que descubría su grado de extrañeza en relación con el universo en que vivía.
                El personaje se encuentra indefenso y muy asombrado. Lo que ha ocurrido escapa a los esquemas normales. Al narrador no le interesa hacer creíble su relato; simplemente los hechos se han dado de esa manera y basta.
                Cuando el autor describe al insecto lo hace con la intención de ubicarnos en la verosimilitud de éste; el acontecer literario no importa por el grado de veracidad que conlleve, basta con que se mueva en el terreno de lo posible. Desde nuestra perspectiva de análisis, ese animal representa un momento muy duro en la vida del joven Samsa; realmente existe en su convulsionado microcosmos, frente a lo cual destacamos que la actitud adoptada por Gregorio representa su intención de no dejarse vencer por los hechos consumados.
                El primer intento del personaje se da en el terreno de la reflexión: "¿Qué me ha sucedido?
                No es un sueño porque su habitación es la misma de siempre. En ella aparecen los elementos conocidos que nos permiten definir la vida de Gregorio cuando era insecto y no lo sabía.
                El muestrario de paños que está sobre la mesa bien puede simbolizar el mundo laboral, su condición de viajante de comercio. La estampa, recortada de una revista ilustrada y puesta en un lindo marquito dorado, es la representación de algo muy querido por el personaje al extremo de llegar a defenderlo valientemente, en el entorno de la segunda salida.
Es una mañana lluviosa y esto acrecienta la nostalgia del protagonista. Su decisión consiste en seguir siendo él mismo, a pesar de lo evidente de la metamorfosis.
                Pronuncia un extenso monólogo en el que recapacita acerca de su humana condición. En este monólogo se advierte el alto grado de desarraigo y soledad en que vive. La profesión lo deja cada día más vacío, mientras que las amistades, en continuo cambio como natural consecuencia de sus múltiples viajes, no perduran. El trasladarse en los trenes es molesto y ni siquiera puede comer tranquilamente. A todo lo anterior, se agrega la imagen implacable de su jefe y la dependencia laboral se impone como una carga insoportable.
                El despertador no ha sonado, o si esto ha sucedido, Gregorio no lo oyó. En verdad, el protagonista sabía que el sonido del reloj lo llamaba a su condición de objeto útil; quizás por esto último no quiso escucharlo.
                A partir de la metamorfosis el fin de Gregorio se impondrá gradualmente, es la imagen del héroe contemporáneo traumado y abandonado por la sociedad a la cual había servido durante tanto tiempo. Simultáneamente, corresponde subrayar el carácter extranjero de este hombre quien sufrió y luchó por un mundo que le volvió la espalda en el momento en el que él más lo necesitaba.

La segunda salida de Gregorio

                La hermana pide ayuda a su madre para comenzar a retirar los muebles mencionados. Ésta ingresa al cuarto en el bien entendido de que no verá a Gregorio: su solo aspecto la espanta. Comienza la tarea que cumplirán las dos mujeres:
                El acto de Grethe, bien inspirado y razonable, significa sin embargo un paso más en el proceso de degradación en la situación de Gregorio. Hasta ahora la presencia de los muebles en el cuarto equivale, de algún modo, a una esperanza. Quitarlos representa romper definitivamente con el pasado, aceptar para siempre y como parte de la familia a este taciturno y nauseabundo insecto que es ahora el protagonista. En alguna medida, los muebles de Gregorio constituyen un nexo entre el mundo del joven Samsa y el que está más allá de la puerta.
                Kafka, pues, va destruyendo, primero por eliminación -la habitación queda desierta- y luego por transformación -se convierte en un sucio desván para los trastos-, el viejo dormitorio de Gregorio, que cada vez es más autónomo del resto de la casa.
                Gregorio, por su parte, piensa que la vida monótona de esos dos meses ha perturbado su mente. Aclaramos que no hay en verdad perturbación, sino cambio: él acepta ahora que su habitación esté vacía y lo acepta porque está pensando como insecto. A medida que la metamorfosis progresa, Gregorio piensa y actúa y siente cada vez menos como hombre.
                Mientras las mujeres vacían la habitación, Gregorio se mantiene prudentemente oculto. Pero cuando advierte lo que realmente sucede -que se llevan todo cuanto ama- una ola de recuerdos y nostalgias le hace reaccionar. Un cuadro -ya mencionado en el desarrollo del análisis-, adquiere súbitamente importancia fundamental para el protagonista, quien trepa por la pared y se adhiere fuertemente al vidrio del mencionado cuadro, en un típico acto de posesión y deseo al no permitir que le arrebaten lo que no quiere perder.
                Pese a los esfuerzos de Grethe la madre lo ve y cae desmayada. En ese preciso instante, y como consecuencia de lo sucedido, la hermana abandona toda tentativa de comprender a Gregorio, se pone de parte del mundo "normal" y llega a increpar duramente a su hermano: "¡Ojo, Gregorio! -gritó la hermana con el puño en alto y enérgica mirada".
                En la tercera parte de la obra, en un breve discurso, Grethe ha de asegurar que ese insecto repugnante no es, no puede ser su hermano. El proceso de alejamiento, que ahí culmina, ha empezado ya.
                Con extraordinaria habilidad, Kafka, por medio del narrador, saca a Gregorio de su cuarto y quedan solas en él la madre y la hermana. La inesperada presencia del padre viene a complicar las cosas. La hermana sólo alcanza a decirle al padre que la madre se ha desmayado y que Gregorio ha escapado.
                Es ésta la primera vez que Gregorio ve a su padre después de la transformación sufrida por este último al tener que cargar sobre sus hombros la responsabilidad de la casa. Lo encuentra muy cambiado; el padre también ha sufrido una metamorfosis: está más joven, más enérgico, súbitamente repuesto.
                Su progenitor trata entonces de hacerlo regresar a su habitación. Comienza el bombardeo de las manzanas, otro pasaje digno del mejor de los grotescos. No es que en un arrebato el padre arroje unas manzanas a su hijo, sino que se aprovisiona de ellas y las lanza fría y sistemáticamente sobre su enemigo. La última se incrusta sobre el lomo de Gregorio: allí permanecerá descomponiéndose, hasta el final.
                Herido, Gregorio encuentra por fin la puerta que se vuelve de pronto salvación ante los embates de su progenitor, y se precipita a su cuarto.
                El pasaje termina con una fugaz visión: la madre, ya recuperada, abrazando al padre le suplica perdone la vida de su hijo. Es un final casi teatral, pero de todas formas recatado y eficaz.
                Así pues, hemos constatado cómo comienza en la tercera parte de la obra un proceso rápido de agravamiento de la enfermedad de Gregorio que concluye con su muerte. La sirvienta es quien descubre el cuerpo y los convoca a todos para que vean como "reventó". La familia recibe la noticia como una verdadera liberación. Todos resuelven consagrar ese día al reposo y al paseo.
                El relato concluye con la certeza de que una vida nueva se inicia para todos. Al observar las formas juveniles de Grethe, parece renacer una esperanza fundamentada en esta hija que les ha quedado a pesar de la pérdida de quien en otro tiempo fuera el sostén y la alegría de la casa.
                Gregorio representa la imagen del héroe contemporáneo, traumatizado y abandonado por la sociedad a la cual había servido durante tanto tiempo. El movimiento del personaje en el desarrollo de la novela, se da en tres planos: Gregorio y el círculo familiar, Gregorio y el aspecto laboral regido por el sometimiento, y Gregorio y el resto de la sociedad, caracterizada por la exclusión del personaje.
                Como elementos válidos a los efectos de las conclusiones que estamos analizando, sirve subrayar el carácter de este hombre que sufrió y luchó por un mundo que le volvió la espalda en el momento en el que más lo necesitaba. A nivel familiar es donde se dan los hechos más dolorosos, según hemos argumentado.
                Por último, Gregorio llega a desconocerse a sí mismo. La sociedad lo ha herido hasta tal punto que ni siquiera le deja la opción de sentirse en paz con su propia e individual condición.